agosto 02, 2013

Colmillos Salvajes, Capítulo Once : Regalos y Noticias

Capitulo Once


Nevaba copiosamente en la cuidad de Londres y hacía mucho frío. Era la tercera nevada de aquel invierno; entre más se acercaban las festividades navideñas, más bajaban las temperaturas en la capital Inglesa. A pesar de todo, arriba,  en un pequeño apartamento en el noveno piso  de un edificio algo alejado del centro, una pareja no tenía frío alguno.

Jane estaba pegada a la pared, con el pecho y el vientre sudados contra el frío panel negro, mientras que Evan, tras ella la sujetaba con fuerza con una mano, mientras la penetraba intensamente y le cubría la boca con la otra, para que no gritara. Ella clavaba sus uñas como garras en la pared, desgarrando la capa de pintura que habían puesto hacía algunos días. Se aferraba a aquella pared con todas sus fuerzas, guardando todas las sensaciones de placer que subían por su vientre, desde la entrepierna y que la hacían estremecer. Cuando sintió en su interior la plenitud del cuarto orgasmo no pudo resistirlo más y se soltó de la muralla y, con Evan aún dentro de ella, se dejó caer pesadamente sobre la cama, aun gimiendo de placer. Él, aún sonriendo, jadeaba debajo de ella, besándole el cuello tiernamente, entrelazando su mano con la de la muchacha que esbozaba una sonrisa de mujer complacida.

Hacía casi quince días que Evan había llegado a Londres y la joven pareja casi no había salido de aquel departamento y pasaban la mayor parte del tiempo haciendo el amor. Para la loba, era realmente excitante saber que, cuando salía de clases o de su trabajo, alguien la esperaba en casa. Al principio, fue difícil convencerlo de que se quedara con ella, es su departamento, pero después de mucho insistir, había aceptado. Estaban pintando una de de las habitaciones, cuando él le dijo que debería buscar un piso propio.

-          ¿Qué? ¿Para qué? – dijo ella relajada – no seas tonto, quédate aquí, conmigo.
-          No, ni hablar. Debo arreglármelas solo, aunque sea por un tiempo breve, además estoy acostumbrado… y por otro lado… - dijo desviando la mirada – no quiero que tu amiguito el español diga que me aprovecho de ti.
-          No digas tonterías Evan, no debemos probarle nada a nadie.
-          Pero yo quiero demostrarle que soy digno de ti, lobezna.
-          Ya, lo entiendo, pero yo quiero que te quedes conmigo, te dije que eras mi luz, si no vives conmigo, serás como una luciérnaga. – luego se acercó más a él y lo besó, echándole los brazos al cuello. – No quiero una luciérnaga, quiero una luna que brille siempre. Eres lo más parecido que tengo a una familia… a un novio y…
-          Yo pensaba que ya lo era – dijo Evan, relajado y sonriendo como siempre.
-          No me lo has pedido – contestó ella, perspicaz.
-          Te lo pido ahora, Jane, lobezna, se mi novia, por favor
-          ¿Me lo puedo pensar? – contestó ella con tono manipulador.
-          Claro, mientras que no me alejes de tu vida, claro que sí.

No habían vuelto a hablar del tema pero Jane sabía que tendría que darle a Evan una respuesta pronto. Y ya sabía cuál sería la ocasión perfecta. Se giró para estar frente a frente con su vampiro y le acarició el rostro con el dedo índice.
-          Oye gatito… ¿tu festejas Navidad? – le preguntó tímidamente.
-          ¡Claro! -  contestó Evan, emocionado – me encanta 
-          Bueno… esta es la primera navidad que festejaré así que…
-          ¿Nunca has festejado la navidad?
-          No…
-          Bueno ¡yo haré que esta sea inolvidable!

Jane se limitó a sonreír. Evan sabía más de ella que ninguna otra persona viva… salvo él. Pero no era un bueno momento para pensar en Jack, era su pasado. Se levantó y caminó hacia el baño para lavarse la cara. Tenía la entrepierna dolorida. Eso jamás le había ocurrido. « Bueno, nunca antes había follado tanto en tan poco tiempo » pensó. Se devolvió a su cuarto, abrió el armario y sacó una camisola de seda azul cielo muy provocativa, pero era casi el único pijama que tenía. Y en realidad era para no andar desnuda todo el día.  Eran aproximadamente las cinco de la tarde y habían quedado con Luka para ir a pasear por el centro de Londres. Era bueno que Evan y Luka se hicieran buenos amigos.

-          Lobezna… -dijo Evan, tras ella.
-          Que pasa gatito…
-          Es que, quiero hacerte una pregunta, pero no quiero que te molestes por eso…
-          Dime
-          Que pasó en tu vida, antes de mi, que estabas tan rota por dentro
-          Evan...
-          No espera, es que cuando te conocí eras reacia a las relaciones, al amor… pero ahora todo ha cambiado… antes me di cuenta de que tenías miedo de enamorarte, de establecerte con alguien… no quise preguntártelo antes porque tenía miedo de dañarte, pero ahora… me gustaría saberlo, si no te importa.
-          No, no me importa Evan… pero... no es que fuese reacia a las relaciones… ni me deba miedo enamorarme… solo lo evitaba.
-          Ya, pero ¿por qué?
-          Bueno porque tengo un pasado doloroso. Demasiado doloroso.
-          Bien, no volveré  pregunt…
-          No, no tienes razón... debería superarlo… y decírtelo… pero aún no estoy lista… nunca se lo he dicho a nadie.
-          ¿Desde hace cuanto que guardas ese secreto?
-          Desde hace tres años
-          ¿Lo harás cuando estés lista?
-          Lo prometo
-          Te quiero
-          Yo a ti más gatito.


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Los días pasaron rápidamente y casi sin darse cuenta, la mañana del día 24 de diciembre, Jane y Evan se encontraron cazando en un sector alejado de la ciudad.

La sangre caliente caía por las comisuras de los labios de la loba, mientras desgarraba la piel del venado que yacía muerto junto a ella. Se hallaba de rodillas, relamiéndose los labios, mientras que Evan volvía junto a ella con el cadáver de un cazador en un brazo.

-          Se lo tiene merecido por cazar fuera de temporada – dijo ella, cuando sus ojos volvieron a ser verdes.
-          Vaya, miren quien lo dice – rió Evan. Ella río también, limpiándose la boca con la manga del sweater

Cuando se deshicieron del cadáver del cazador, del que solo quedaron algunos huesos, volvieron a la cuidad, corriendo a una velocidad increíble, haciendo una carrera a ver quien llegaba primero. Una vez en el departamento, él y ella se dispusieron a preparar unas cuantas botanas para la cena de navidad.

Todo el departamento tenía las luces apagadas, pero  la habitación estaba iluminada por muchas velas ubicadas en las paredes y sobre los muebles blancos y negros. Evan había iluminado todo con la suave luz de los candiles, el vino blanco se estaba enfriando y las botanas estaban dispuestas sobre la mesita del salón. El chico estaba muy  guapo, más que nunca en realidad; había decidido ponerse un traje, llevaba unos pantalones de tela gris oscuro, muy elegante y una camisa negra que resaltaba a palidez de su piel. Por una vez, no andaba desaliñado, se había cerrado todos los botones de la camisa, la había acomodado dentro de sus pantalones y se había puesto corbata, azul con líneas grises, centrada y con un hermoso nudo Windsor. El muchacho procuró afeitarse y peinarse bien para la ocasión, después de todo, eran las primeras fiestas que pasaban juntos y quería que todo fuese inolvidable. Mientras esperaba a la muchacha se dirigió hacia el pequeño árbol de navidad donde las luces de colores se encendían y apagaban con una sincronía preciosa. De pronto recordó una navidad cuando era pequeño. Su madre, con el cabello corto peinado hacia atrás y un delantal de cocina a cuadros, llevaba en las manos enguantadas una bandeja de bollos calientes bañados en una salsa dulce que a él le gustaba mucho. Su padre entró a la casa un rato después con las botas llenas de nieve y le puso una bufanda alrededor del cuello y luego se lo sentó sobre los hombros y salieron a jugar en la nieve. En ese entonces él tenía ocho o nueve años, era un niño pequeño, y recordaba cómo a la mañana siguiente, cuando abrió sus obsequios bajo el árbol, su padre le entregó además su primera bicicleta. Era grande y azul, con bocina y luces traseras. Salió de inmediato a probarla, afuera en la calle mojada llena de nieve bajo la luz de un pálido sol invernal. « Y ahora no puedo ver el sol» pensó. Hacía poco más de dos años que se había convertido en un vampiro y desde esa época tampoco había vuelto a ver a su familia. « Madre debe estar preocupada » se dijo. D pronto una voz suave lo sacó de sus recuerdos y se volvió para contestar a su loba. Ella estaba radiante. Se había puesto un vestido de seda esmeralda que hacía juego con sus grandes ojos verdes. El cuello abultado daba lugar a un escote pronunciado que dejaba ver el inicio de su vientre, mientras que la espalda desnuda se cubría con los mechones de cabello castaño oscuro liso que se escapaban del peinado. La falda amplia le llegaba hasta las rodillas, enseñando sus largas piernas, rematando con unos tacones negros y sencillos.  


        Estás preciosa – le dio Evan, sin aliento.
        Gracias Gatito… - sonrió ella – tú estás… Exquisito – Sentenció ella, dirigiéndole una larga y lasciva mirada.

Se le acercó y le dio un ligero beso en los labios. Ella le paso una mano por el cabello bien peinado y volvió a sonreír.

        Tengo algo para ti – le dijo, alegre como una niña pequeña. – Espérame, no tardo.
Luego se fue corriendo con sus tacones altos en dirección a su estudio, haciendo que sus vaporosas faldas se movieran con gracia.  Volvió unos minutos después con un gran paquete rectangular en sus brazos firmes, envuelto en un brillante papel plateado. Lo puso sobre el sofá y lo miró largamente con los ojos brillantes de emoción.

Lo comencé hace mucho, cuando aún no venias a Londres. Sabes que me negaba a aceptar que sentía amor por ti, era una tontería, pero en fin, espero que te guste.

Evan supuso que sería una fotografía. Medía aproximadamente ochenta centímetros de largo y unos sesenta de largo. Desprendió el papel con mucho cuidado y contempló su obsequio. Unos ojos dorados, brillantes como el sol, le devolvían la vista. No era su rostro completo, pero eran sus ojos… con el iris alargado y las pestañas tupidas… con esa mirada salvaje. También aparecían sus labios, rosados y sonrientes, con los colmillos amenazantes, to do enmarcado por la moteada piel del jaguar.

-          Me encanta – sonrió el vampiro.
-          Lo sé, me alegro. Hubiese preferido hacerte una foto pero… creo que no habrías aparecido – dijo agitando el cabello.
-          También tengo algo para ti – dijo sacando un paquete pequeño del bolsillo de su camisa. – quería darte algo único, que solo pudiese darte yo. Debo admitir que tu amiguito Luka me ayudó bastante. Ella toó el paquete en las manos y lo abrió. Era una botella de cristal, muy pequeña, que tenía la forma de un colmillo. Estaba repleta de un espeso líquido color rojo oscuro. En torno al tapón tenía dos ganchos que sujetaban una delgada y muy larga cadena negra. Ella lo observó, con una expresión de desconcierto.
-          ¿Sangre?
-          Sí. Es sangre de vampiro, mi sangre, es una composición especial que puede ser ingerida por un licántropo y no es mortal, de hecho es un antídoto para la mordedura de vampiro. – Tomó el frasco y lo colgó en el cuello de Jane. – Feliz Navidad, lobita.
-          Feliz Navidad, mi jaguar exótico… mi asad amiriki [1]






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El campamento estaba en silencio. La mayor parte de las tropas estaban en misiones de reconocimiento del terreno; las patrullas de Kepler y Belhaj rondaban por los límites, Zianni buscaba una morada adecuada para el ejército y las otras cinco construían las torres de vigilancia provisorias en las lindes del bosque.

«Necesito verla» pensó mientras caminaba por el terreno embarrado. En realidad no estaba seguro de si necesitaba verla o solo lo deseaba, no importaba, puesto que en esos momentos no podía hacerlo. El grupo mayoritario de árabes y marroquíes estaba por llegar y entonces ahí podría tomar cartas en el asunto.

Había soñado con Haydee la noche anterior, la había visto con el largo cabello castaño suelto y despeinado cayéndole por la espalda, con un traje de danzarina del vientre color azul cielo. Se vía hermosa. Luego Ranya se volteó en la cama y lo despertó, pero eso no alejo a Haydee de sus pensamientos, recordaba cómo se movía con suavidad, como bailaba para él y como se cubría el rostro con el hijab [2] Trató de apartarla de sus pensamientos y se dirigió a recibir a los comandantes árabes; la luna llena brillaba en todo su esplendor y hacía que se sintiera más vivo y poderoso que nunca. Echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un aullido largo y profundo, mientras su cuerpo se transformaba y el humano quedaba olvidado bajo la piel de un gran lobo gris. Corrió por el fango y los juncos sintiendo el aire gélido de la noche hasta llegar a la orilla sur del rio. La embarcación no era muy grande, puesto que no debían llamar la atención, allí solo estaban los altos mandos. Uno de los grumetes puso el tablón y nuevo lobos de brillante pelaje oscuro bajaron de la nave, el lobo gris bajo la cabeza y los otros correspondieron su saludo, luego aullaron.

-          General Wolfe – dijo un hombre de cabello canoso y rizado que, en su forma humana, vestía un thawb [3] color beige.
-          Comandante Kaidi, me alegra verlo. – respondió – Arif, Tizne, Rahmi, Musina, Alfara, Vasinca, Ysamat, Siacara [4]-  Nombró -  Bienvenidos.
-          Hemos traído lo que prometimos, Wolfe. – dijo Tizne con voz fría. - Nuestra palabra estaba empeñada, la hemos cumplido. ¿Donde está la chica? -
-          Aún no sabemos si es ella. Debemos comprobarlo. – contestó el aludido, impávido.
-          Sí, pero dijiste que la traerías, la queremos aquí.
-          Voy a traerla, lo antes posible. Ahora, si me permiten… me encantaría ver ese documento.

A regañadientes, los hombres aceptaron. Luego de acomodar a los recién llegados en el incipiente campamento, Wolfe se retiró a sus aposentos con un viejo ejemplar de historia lupina. Ranya lo estaba esperando, tendida en la cama, envuelta en una bata de encaje escarlata que transparentaba su figura. Él no le prestó atención y la sacó por los cabellos de la habitación. Debía concentrarse en aquel libro, de eso dependía el futuro de la misión… y de los licántropos.

Cuando los primeros rayos del sol iluminaron la cama de Wolfe, se sintió mal por no haber dormido nada «Hoy no habrá mucho tiempo para dormir»… pero no importaba. Ahora sí, era imperativo que buscara a Haydee cuanto antes. Su móvil comenzó a sonar.

-          El principito ya no está con la chica. – dijo la voz al otro lado del auricular
-          ¿Cómo lo sabes?
-          Me encargué de molestar a la princesita  - dijo la voz, casi riendo.
-          Entonces ¿está sola?
-          No. Un vampiro está con ella
-          Eso es lo de menos, para mí es como que estuviese sola.
-          Están al tanto de su posición, no esperan el ataque.
-          Lo sé. Es adecuado. Te volveré a llamar.

Colgó el teléfono y en sus labios se dibujó una media sonrisa. «Muy bien pequeña Haydee, nos veremos muy pronto» dijo, con los ojos ambarinos brillando maliciosamente.






[1] Asad Amiriki: Significa Jaguar en idioma árabe
[2] Hijab: Pañuelo o velo usado por las mujeres árabes para cubrir su rostro.
[3] Thawb: vestidura masculina de algodón o lana que les cubre hasta los tobillos
[4] Kaidi, Arif, Tizne, Rahmi, Musina, Alfara, Vasinca, Ysamat, Siacara: Apellidos de origen islámico.

1 comentario:

  1. Te comento con totalidad en el capitulo 12. Chico de la risa estruendosa.

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