Capitulo Once
Nevaba
copiosamente en la cuidad de Londres y hacía mucho frío. Era la tercera nevada
de aquel invierno; entre más se acercaban las festividades navideñas, más
bajaban las temperaturas en la capital Inglesa. A pesar de todo, arriba, en un pequeño apartamento en el noveno
piso de un edificio algo alejado del
centro, una pareja no tenía frío alguno.
Jane
estaba pegada a la pared, con el pecho y el vientre sudados contra el frío
panel negro, mientras que Evan, tras ella la sujetaba con fuerza con una mano,
mientras la penetraba intensamente y le cubría la boca con la otra, para que no
gritara. Ella clavaba sus uñas como garras en la pared, desgarrando la capa de
pintura que habían puesto hacía algunos días. Se aferraba a aquella pared con
todas sus fuerzas, guardando todas las sensaciones de placer que subían por su
vientre, desde la entrepierna y que la hacían estremecer. Cuando sintió en su
interior la plenitud del cuarto orgasmo no pudo resistirlo más y se soltó de la
muralla y, con Evan aún dentro de ella, se dejó caer pesadamente sobre la cama,
aun gimiendo de placer. Él, aún sonriendo, jadeaba debajo de ella, besándole el
cuello tiernamente, entrelazando su mano con la de la muchacha que esbozaba una
sonrisa de mujer complacida.
Hacía
casi quince días que Evan había llegado a Londres y la joven pareja casi no
había salido de aquel departamento y pasaban la mayor parte del tiempo haciendo
el amor. Para la loba, era realmente excitante saber que, cuando salía de
clases o de su trabajo, alguien la esperaba en casa. Al principio, fue difícil
convencerlo de que se quedara con ella, es su departamento, pero después de
mucho insistir, había aceptado. Estaban pintando una de de las habitaciones,
cuando él le dijo que debería buscar un piso propio.
-
¿Qué? ¿Para qué? – dijo ella relajada – no seas tonto,
quédate aquí, conmigo.
-
No, ni hablar. Debo arreglármelas solo, aunque sea por un
tiempo breve, además estoy acostumbrado… y por otro lado… - dijo desviando la
mirada – no quiero que tu amiguito el español diga que me aprovecho de ti.
-
No digas tonterías Evan, no debemos probarle nada a nadie.
-
Pero yo quiero demostrarle que soy digno de ti, lobezna.
-
Ya, lo entiendo, pero yo quiero que te quedes conmigo, te
dije que eras mi luz, si no vives conmigo, serás como una luciérnaga. – luego
se acercó más a él y lo besó, echándole los brazos al cuello. – No quiero una
luciérnaga, quiero una luna que brille siempre. Eres lo más parecido que tengo
a una familia… a un novio y…
-
Yo pensaba que ya lo era – dijo Evan, relajado y sonriendo
como siempre.
-
No me lo has pedido – contestó ella, perspicaz.
-
Te lo pido ahora, Jane, lobezna, se mi novia, por favor
-
¿Me lo puedo pensar? – contestó ella con tono manipulador.
-
Claro, mientras que no me alejes de tu vida, claro que sí.
No
habían vuelto a hablar del tema pero Jane sabía que tendría que darle a Evan
una respuesta pronto. Y ya sabía cuál sería la ocasión perfecta. Se giró para
estar frente a frente con su vampiro y le acarició el rostro con el dedo
índice.
-
Oye gatito… ¿tu festejas Navidad? – le preguntó tímidamente.
-
¡Claro! - contestó
Evan, emocionado – me encanta
-
Bueno… esta es la primera navidad que festejaré así que…
-
¿Nunca has festejado la navidad?
-
No…
-
Bueno ¡yo haré que esta sea inolvidable!
Jane
se limitó a sonreír. Evan sabía más de ella que ninguna otra persona viva…
salvo él. Pero no era un bueno
momento para pensar en Jack, era su pasado. Se levantó y caminó hacia el baño
para lavarse la cara. Tenía la entrepierna dolorida. Eso jamás le había
ocurrido. « Bueno, nunca antes había follado tanto en tan poco tiempo » pensó.
Se devolvió a su cuarto, abrió el armario y sacó una camisola de seda azul
cielo muy provocativa, pero era casi el único pijama que tenía. Y en realidad
era para no andar desnuda todo el día. Eran
aproximadamente las cinco de la tarde y habían quedado con Luka para ir a
pasear por el centro de Londres. Era bueno que Evan y Luka se hicieran buenos
amigos.
-
Lobezna… -dijo Evan, tras ella.
-
Que pasa gatito…
-
Es que, quiero hacerte una pregunta, pero no quiero que te
molestes por eso…
-
Dime
-
Que pasó en tu vida, antes de mi, que estabas tan rota por
dentro
-
Evan...
-
No espera, es que cuando te conocí eras reacia a las
relaciones, al amor… pero ahora todo ha cambiado… antes me di cuenta de que
tenías miedo de enamorarte, de establecerte con alguien… no quise preguntártelo
antes porque tenía miedo de dañarte, pero ahora… me gustaría saberlo, si no te
importa.
-
No, no me importa Evan… pero... no es que fuese reacia a las
relaciones… ni me deba miedo enamorarme… solo lo evitaba.
-
Ya, pero ¿por qué?
-
Bueno porque tengo un pasado doloroso. Demasiado doloroso.
-
Bien, no volveré
pregunt…
-
No, no tienes razón... debería superarlo… y decírtelo… pero
aún no estoy lista… nunca se lo he dicho a nadie.
-
¿Desde hace cuanto que guardas ese secreto?
-
Desde hace tres años
-
¿Lo harás cuando estés lista?
-
Lo prometo
-
Te quiero
-
Yo a ti más gatito.
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Los días pasaron rápidamente y casi sin
darse cuenta, la mañana del día 24 de diciembre, Jane y Evan se encontraron
cazando en un sector alejado de la ciudad.
La sangre caliente caía por las
comisuras de los labios de la loba, mientras desgarraba la piel del venado que
yacía muerto junto a ella. Se hallaba de rodillas, relamiéndose los labios,
mientras que Evan volvía junto a ella con el cadáver de un cazador en un brazo.
-
Se lo tiene merecido por cazar fuera de temporada – dijo
ella, cuando sus ojos volvieron a ser verdes.
-
Vaya, miren quien lo dice – rió Evan. Ella río también,
limpiándose la boca con la manga del sweater
Cuando se deshicieron del cadáver del cazador,
del que solo quedaron algunos huesos, volvieron a la cuidad, corriendo a una
velocidad increíble, haciendo una carrera a ver quien llegaba primero. Una vez
en el departamento, él y ella se dispusieron a preparar unas cuantas botanas
para la cena de navidad.
Todo el departamento tenía las luces
apagadas, pero la habitación estaba
iluminada por muchas velas ubicadas en las paredes y sobre los muebles blancos
y negros. Evan había iluminado todo con la suave luz de los candiles, el vino
blanco se estaba enfriando y las botanas estaban dispuestas sobre la mesita del
salón. El chico estaba muy guapo, más
que nunca en realidad; había decidido ponerse un traje, llevaba unos pantalones
de tela gris oscuro, muy elegante y una camisa negra que resaltaba a palidez de
su piel. Por una vez, no andaba desaliñado, se había cerrado todos los botones
de la camisa, la había acomodado dentro de sus pantalones y se había puesto
corbata, azul con líneas grises, centrada y con un hermoso nudo Windsor. El
muchacho procuró afeitarse y peinarse bien para la ocasión, después de todo,
eran las primeras fiestas que pasaban juntos y quería que todo fuese
inolvidable. Mientras esperaba a la muchacha se dirigió hacia el pequeño árbol
de navidad donde las luces de colores se encendían y apagaban con una sincronía
preciosa. De pronto recordó una navidad cuando era pequeño. Su madre, con el
cabello corto peinado hacia atrás y un delantal de cocina a cuadros, llevaba en
las manos enguantadas una bandeja de bollos calientes bañados en una salsa
dulce que a él le gustaba mucho. Su padre entró a la casa un rato después con
las botas llenas de nieve y le puso una bufanda alrededor del cuello y luego se
lo sentó sobre los hombros y salieron a jugar en la nieve. En ese entonces él
tenía ocho o nueve años, era un niño pequeño, y recordaba cómo a la mañana
siguiente, cuando abrió sus obsequios bajo el árbol, su padre le entregó además
su primera bicicleta. Era grande y azul, con bocina y luces traseras. Salió de
inmediato a probarla, afuera en la calle mojada llena de nieve bajo la luz de
un pálido sol invernal. « Y ahora no puedo ver el sol» pensó. Hacía poco más de
dos años que se había convertido en un vampiro y desde esa época tampoco había
vuelto a ver a su familia. « Madre debe estar preocupada » se dijo. D pronto
una voz suave lo sacó de sus recuerdos y se volvió para contestar a su loba.
Ella estaba radiante. Se había puesto un vestido de seda esmeralda que hacía
juego con sus grandes ojos verdes. El cuello abultado daba lugar a un escote
pronunciado que dejaba ver el inicio de su vientre, mientras que la espalda
desnuda se cubría con los mechones de cabello castaño oscuro liso que se
escapaban del peinado. La falda amplia le llegaba hasta las rodillas, enseñando
sus largas piernas, rematando con unos tacones negros y sencillos.
–
Estás preciosa – le dio Evan, sin aliento.
–
Gracias Gatito… - sonrió ella – tú estás… Exquisito – Sentenció ella, dirigiéndole
una larga y lasciva mirada.
Se le acercó y le dio un ligero beso en
los labios. Ella le paso una mano por el cabello bien peinado y volvió a sonreír.
–
Tengo algo para ti – le dijo, alegre como una niña pequeña.
– Espérame, no tardo.
Luego se fue corriendo con sus tacones
altos en dirección a su estudio, haciendo que sus vaporosas faldas se movieran
con gracia. Volvió unos minutos después con
un gran paquete rectangular en sus brazos firmes, envuelto en un brillante
papel plateado. Lo puso sobre el sofá y lo miró largamente con los ojos
brillantes de emoción.
Lo
comencé hace mucho, cuando aún no venias a Londres. Sabes que me negaba a
aceptar que sentía amor por ti, era una tontería, pero en fin, espero que te
guste.
Evan
supuso que sería una fotografía. Medía aproximadamente ochenta centímetros de
largo y unos sesenta de largo. Desprendió el papel con mucho cuidado y
contempló su obsequio. Unos ojos dorados, brillantes como el sol, le devolvían
la vista. No era su rostro completo, pero eran sus ojos… con el iris alargado y
las pestañas tupidas… con esa mirada salvaje. También aparecían sus labios,
rosados y sonrientes, con los colmillos amenazantes, to do enmarcado por la moteada
piel del jaguar.
-
Me encanta – sonrió el vampiro.
-
Lo sé, me alegro. Hubiese preferido hacerte una foto pero…
creo que no habrías aparecido – dijo agitando el cabello.
-
También tengo algo para ti – dijo sacando un paquete pequeño
del bolsillo de su camisa. – quería darte algo único, que solo pudiese darte
yo. Debo admitir que tu amiguito Luka me ayudó bastante. Ella toó el paquete en
las manos y lo abrió. Era una botella de cristal, muy pequeña, que tenía la
forma de un colmillo. Estaba repleta de un espeso líquido color rojo oscuro. En
torno al tapón tenía dos ganchos que sujetaban una delgada y muy larga cadena
negra. Ella lo observó, con una expresión de desconcierto.
-
¿Sangre?
-
Sí. Es sangre de vampiro, mi sangre, es una composición
especial que puede ser ingerida por un licántropo y no es mortal, de hecho es
un antídoto para la mordedura de vampiro. – Tomó el frasco y lo colgó en el
cuello de Jane. – Feliz Navidad, lobita.
-
Feliz Navidad, mi jaguar exótico… mi asad amiriki [1]
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El campamento estaba en silencio. La
mayor parte de las tropas estaban en misiones de reconocimiento del terreno;
las patrullas de Kepler y Belhaj rondaban por los límites, Zianni buscaba una
morada adecuada para el ejército y las otras cinco construían las torres de
vigilancia provisorias en las lindes del bosque.
«Necesito verla» pensó mientras
caminaba por el terreno embarrado. En realidad no estaba seguro de si
necesitaba verla o solo lo deseaba, no importaba, puesto que en esos momentos
no podía hacerlo. El grupo mayoritario de árabes y marroquíes estaba por llegar
y entonces ahí podría tomar cartas en el asunto.
Había soñado con Haydee la noche
anterior, la había visto con el largo cabello castaño suelto y despeinado cayéndole
por la espalda, con un traje de danzarina del vientre color azul cielo. Se vía
hermosa. Luego Ranya se volteó en la cama y lo despertó, pero eso no alejo a
Haydee de sus pensamientos, recordaba cómo se movía con suavidad, como bailaba
para él y como se cubría el rostro con el hijab [2]…
Trató de apartarla de sus pensamientos y se dirigió a recibir a los comandantes
árabes; la luna llena brillaba en todo su esplendor y hacía que se sintiera más
vivo y poderoso que nunca. Echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un aullido
largo y profundo, mientras su cuerpo se transformaba y el humano quedaba olvidado
bajo la piel de un gran lobo gris. Corrió por el fango y los juncos sintiendo
el aire gélido de la noche hasta llegar a la orilla sur del rio. La embarcación
no era muy grande, puesto que no debían llamar la atención, allí solo estaban
los altos mandos. Uno de los grumetes puso el tablón y nuevo lobos de brillante
pelaje oscuro bajaron de la nave, el lobo gris bajo la cabeza y los otros correspondieron
su saludo, luego aullaron.
-
General Wolfe – dijo un hombre de cabello canoso y rizado
que, en su forma humana, vestía un thawb [3] color
beige.
-
Comandante Kaidi, me alegra verlo. – respondió – Arif,
Tizne, Rahmi, Musina, Alfara, Vasinca, Ysamat, Siacara [4]- Nombró - Bienvenidos.
-
Hemos traído lo que prometimos, Wolfe. – dijo Tizne con voz
fría. - Nuestra palabra estaba empeñada, la hemos cumplido. ¿Donde está la
chica? -
-
Aún no sabemos si es ella. Debemos comprobarlo. – contestó el
aludido, impávido.
-
Sí, pero dijiste que la traerías, la queremos aquí.
-
Voy a traerla, lo antes posible. Ahora, si me permiten… me
encantaría ver ese documento.
A regañadientes, los hombres aceptaron.
Luego de acomodar a los recién llegados en el incipiente campamento, Wolfe se
retiró a sus aposentos con un viejo ejemplar de historia lupina. Ranya lo
estaba esperando, tendida en la cama, envuelta en una bata de encaje escarlata
que transparentaba su figura. Él no le prestó atención y la sacó por los
cabellos de la habitación. Debía concentrarse en aquel libro, de eso dependía el
futuro de la misión… y de los licántropos.
Cuando los primeros rayos del sol
iluminaron la cama de Wolfe, se sintió mal por no haber dormido nada «Hoy no
habrá mucho tiempo para dormir»… pero no importaba. Ahora sí, era imperativo
que buscara a Haydee cuanto antes. Su móvil comenzó a sonar.
-
El principito ya no está con la chica. – dijo la voz al otro
lado del auricular
-
¿Cómo lo sabes?
-
Me encargué de molestar a la princesita - dijo la voz, casi riendo.
-
Entonces ¿está sola?
-
No. Un vampiro está con ella
-
Eso es lo de menos, para mí es como que estuviese sola.
-
Están al tanto de su posición, no esperan el ataque.
-
Lo sé. Es adecuado. Te volveré a llamar.
Colgó el teléfono y en sus labios se
dibujó una media sonrisa. «Muy bien pequeña Haydee, nos veremos muy pronto»
dijo, con los ojos ambarinos brillando maliciosamente.
[4] Kaidi, Arif, Tizne, Rahmi, Musina, Alfara, Vasinca,
Ysamat, Siacara: Apellidos de origen islámico.
Te comento con totalidad en el capitulo 12. Chico de la risa estruendosa.
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