agosto 27, 2010

Memorias de una Luna Llena I

I

Una gran multitud atestaba la avenida principal, el sol brillaba en lo alto, mientras el artista agradecía  a su público. Jane se sentía nerviosa, odiaba con todo el corazón las grandes aglomeraciones de gente, pero por contemplar al artista, valía la pena. Miro por la ventanilla del coche sin atreverse a bajar. El panorama era abrumador; El aparcamiento frente al centro comercial estaba repleto de autos, camionetas, jeeps y bicicletas que obstruían el paso tanto para entrar como para salir. Respiro profundamente, contó hasta diez y bajo de la camioneta.  El aire estaba caliente, cosa que no contribuía a calmar sus nervios, además de que los rostros conocidos que veía no eran precisamente amigos; solo esperaba no encontrar en aquel lugar a la persona por la que se había ido de allí. Se dirigió con paso firme hasta el escenario donde se encontraba el artista, le miro a los ojos un momento y luego le saludo con la mano dedicándole una gran sonrisa. El artista se la devolvió. Anna era la hermana mayor de Jane, aunque eran más amigas que hermanas. Ella se había ido de casa hacía ya varios años siguiendo su sueño más anhelado: Unirse a una compañía de teatro. Desde pequeña Anna demostró sus aptitudes artísticas en la funciones del instituto y obras escolares, pero sus padres no quisieron que continuara la carrera de actuación en la universidad, así que apenas  cumplió la mayoría de edad, fue tras sus sueños sin importarle lo que dirían sus padres, y ahora se dedicaba a montar espectáculos callejeros en los que pedía una cooperación voluntaria. Apenas Anna vio a Jane entre el público, bajo del escenario y se abalanzó sobre su hermana para darle un abrazo. No se veían hacía ya dos años.
-Te extrañe mucho Anna, no sabes cuanta falta me has hecho- le dijo Jane estrechándola fuertemente  con la voz quebrada y algunas lágrimas rodando por sus mejillas. La última vez que se vieron fue en el aeropuerto cuando Jane le llamo de urgencia. Debido a un problema emocional, ella había decidido ir a estudiar a otro sitio y quería despedirse de su hermana mayor, pero nunca le dijo a causa de que se originó su problema emocional. Debió decírselo en aquella ocasión.
-No seas tonta, yo también te he extrañado mucho. Tenemos que hablar y seriamente tienes demasiadas cosas que contarme Jane.- le dijo Anna secándole las lágrimas y arrancándole una sonrisa. – dame un momento despido a la gente y estoy contigo de inmediato.
-Está bien te esperare por ahí. Dijo Jane viendo como su hermana volvía al escenario y daba unas cuantas explicaciones, pero hasta ese momento no se había percatado de que había otra cosa en ese lugar que le importaba más. En la acera de enfrente, en el estacionamiento, estaba la persona que menos quería ver en el mundo. Su nombre era Nicholas Horvitz, un ex compañero de preparatoria, pero más que eso, un antiguo gran amor. Estuvieron en el mismo curso durante toda la primaria y la secundaria, pero fue en la preparatoria cuando ambos tuvieron conciencia de la existencia del otro. De a poco comenzaron a hablar y se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común, aunque Jane sabía que la relación amistosa no duraría demasiado. Nicholas estaba saliendo de una relación muy difícil cuando se conocieron y ella pensó que dada esa situación el romance fluiría con facilidad. Así pasaron los días, que pronto fueron semanas…y de pronto ya eran cuatro desde que se conocían cuando Jane se decidió a tomar la iniciativa y decirle a Nicholas lo que sentía, pero cuando lo hizo, él  le dijo que le correspondía, pero que no estaba listo. La rechazó y se fue corriendo, dejándola de pie fuera del instituto y en estado de shock. Paso un horrible tiempo para Jane, donde el insomnio estaba siempre presente y cuando el cansancio era demasiado, lograba dormir, dejando aparecer pesadillas relacionadas con el suceso. Se sentía mal por darle al asunto más importancia de la que tenía, pero con todo el pesar de su corazón tuvo que admitir que le dolía en exceso porque Nicholas era muy importante en su vida, y lo peor para ella, que lo amaba mucho más de lo que podía admitirse a sí misma. Cuando se veían en el instituto, era como si hubiesen edificado una muralla de concreto en medio de dos imanes, resultaba tortuoso para ambos querer acercarse y no hacerlo por miedo a lastimarse el uno al otro. Nada volvió a ser igual. Cuando Jane lo busco nuevamente pensando en darse otra oportunidad, ya hacía más de un mes que él no daba señales de vida; no contestaba sus llamadas, ni respondía los mensajes y mucho menos los e-mails que ella le había escrito; sin embargo, una tarde Jane llamo a su móvil, deseando que no contestara, pero lo hizo. Decidieron reunirse un día a pasear después del instituto, para hablar de todo, aunque lo que menos hicieron ese día fue hablar. Apenas se vieron en el parque, él la abrazo como si fuese la última vez que la vería y luego en un arrebato de pasión, la beso. La lujuria y el deseo nublaron sus mentes a tal punto que se fugaron juntos a un hotel,  pasaron allí la noche, e hicieron el amor por primera vez, para ambos. A la mañana siguiente se despidieron con un beso y una sonrisa, aunque esa misma tarde Nicholas llamo a Jane y le dijo que olvidara el asunto y que había sido un error, que se arrepentía de todo aquello y que lamentaba no haberse detenido. Ella colgó el teléfono sin decir una sola palabra, solo lloro amargamente y en silencio, con rabia y dolor, viendo el tiempo transcurrir día tras día, minuto tras minutos, oyendo una frase que su inconsciente jamás se borraría: “perdóname por todo el daño que te he hecho”, le había dicho Nicholas en el parque. Se sintió una idiota por permitir que pasara todo aquello, porque sabiendo la manera de actuar que tenía él, le permitió acercarse, aun sabiendo que se retractaría luego. Entonces fue que decidió marcharse, alejarse de todo lo que la lastimaba, escaparse lejos donde no pudiese verlo otra vez. Dio exámenes libres en el instituto, cerro su año y preparo todo para alejarse lo más posible de allí, deseando no saber nunca más de él, pero el cruel destino la llevo a verle otra vez, a enfrentar lo que había dejado allí inconcluso. Jane pudo sentir como su corazón comenzaba a latir más de prisa cada segundo, y más aún cuando Nicholas la intercepto con la mirada, le hizo un gesto con la mano, y cruzo la calle rápidamente para ir hacia ella. A medida que él se acercaba, sus mejillas se encendían, sus manos sudaban y cada uno de los músculos de su cuerpo se tensaba y paralizaba. ¿Qué haría? ¿Qué le diría? Hacía dos años que no sabía nada de él… ¿acaso debía insultarlo, golpearlo, gritarlo ignorarlo… besarlo? No, nada de eso, no podía permitirse pensar esas cosas. Ella le dio muchas oportunidades y él fue quien las desaprovecho, no podía sentirse culpable ahora. Cuando Nicholas llego a su lado ella palideció.
-Vaya Jane, ¿Cómo estás? Hace mucho que no te veía, ¿Cuánto? ¿Año y medio? – Dijo Nicholas, viéndola  a los ojos y dándole un abrazo que ella no correspondió.- ¿Qué te pasa? ¿No te alegras de verme amiga?-dijo sonriendo, y fue cuando Jane por fin reacciono.
-Suéltame - Respondió ella con voz cortante. Y al ver que él no le hacía ningún caso lo dijo con más firmeza, quitando las manos de él de su cuerpo.- ¡Aléjate de mí! ¡No te me acerques! ¡Que no se te ocurra volver a ponerme una mano encima!- Gritó retrocediendo entre la multitud.
-¡Eh Jane! ¿Qué te pasa?... Espera ¡No te vayas!
Pero Jane ya no escuchaba, quería salir de allí lo más rápido posible, daba igual como fuera. Nicholas la siguió hasta la camioneta, la alcanzó, gritó su nombre más de una vez y al ver que ella no respondía, la sujeto por un brazo.
-¿De qué te estás escapando Jane? ¿Qué demonios te está pasando?
-¡¿Que de que me escapo?! ¡¿De verdad quieres saber de qué me estoy escapando?! Bueno te lo diré; de ti, de ti de tu maldita labia, de tu presencia, de tu recuerdo. De eso estoy escapando. ¿O creías que para mí sería algo lindo recordar la última llamada tuya que recibí? ¿O darme cuenta de que apenas colgué el teléfono olvidaste de cada una de mis palabras? Nadie tarda dos años para devolver una llamada. Ahora suéltame o te juro que te vas a arrepentir.
-Oye, yo no quería que esto pasara, pero no sabía cómo arreglar las cosas, tu sabes que yo…
- ¿que tú qué? ¿Qué has vivido los últimos tres años en el planeta de la indecisión? ¿Qué perdiste mi número?  ¿O que no sabías que decirme?… nada de eso es válido, nunca debí confiar en ti, pero asumo las consecuencias de mis actos, merezco lo que me pasa por ser tan ingenua de creer que por mi cambiarias, por creer que me amabas como yo a ti, y por darte algo que tu no fuiste ni serás capas de valorar.  
-Yo quise buscarte pero no sabía cómo hacerlo después de todo lo que te dije la última vez…
-¡Deja de decir eso! No compro tu excusa de no sabía que decir, debiste pensarlo antes de decirlo, porque cuando las palabras salen de esa manera de la boca de las personas podemos darnos cuenta de si habla su rabia o es la persona, en este caso hablaste tú. ¡Ahora suéltame y déjame tranquila!- Dijo liberando su brazo.
Las lágrimas rodaban por sus mejillas de tanta rabia que tenía. Apretó los parpados con fuerza y se sujetó la cabeza con las manos en un intento por controlar sus nervios. Él la tomó por el cuello mirándola fijamente. Sus ojos color ámbar brillaban bajo el sol.
- Lo siento mucho Jane, de veras lo siento. Nunca quise lastimarte ni jugar contigo, en ese momento hice lo que me dicto mi corazón y por un momento fui muy feliz, me di cuenta de que si estuviste allí a mi lado fue porque Dios de verdad existe.
- a ti deberían darte el premio al mejor actor, Nick. La culpa de todo esto no es tuya, es mía porque a pesar de saber cómo es tu carácter, hice lo que hice porque te amaba. Lamentablemente salí lastimada, ya que significo demasiado para mí, y nada para ti.- Dijo ella apartando sus manos. – No quiero volver a verte nunca.
- Reconozco que fui un idiota, pero tú tampoco me buscaste, pensé que si realmente estabas interesada en mi me buscarías y nunca lo hiciste.
- no puedo creer  lo que oigo, ¿después de todo lo que paso, dudabas de que sintiera algo por ti? Hicimos el amor Nick, me quede toda la noche contigo, y cuando amanecía aún estaba allí. Fue mi primera vez. ¿Cómo crees que me sentí cuando me dijiste que estabas muy arrepentido de haber hecho el amor conmigo? ¡Es la peor humillación de toda mi vida!
Luego salió del estacionamiento corriendo a toda velocidad sin saber siquiera a donde se dirigía, solo quería alejarse lo más posible de Nicholas y de sus mentiras. Quería olvidarlo, dejarlo en el pasado junto con su dolor, con el vacío que cargaba en su pecho día a día, con las pesadillas, con las noches en vela y con los dos años que llevaba esperando por una explicación que sabía seria miserable, y odio darse cuenta de que tenía razón. Su cabeza daba mil vueltas. Quería escapar de allí. Necesitaba algo que calmara el dolor que tenía en el pecho y que no la dejaba respirar.  Dio un par de vueltas por Caxton Street, sin dejar de pensar en lo que sentía, en la rabia, en la tristeza, en que no podía evitar seguirlo queriendo y eso era ser una tonta. Después de media hora de correr desde Caxton hasta Newgate Street ida y vuelta se decidió a ir por la camioneta al aparcamiento y volver al hotel, ya vería cuando hablar con Anna… Anna, se había olvidado de que ella la esperaba en ese lugar… y no quería ni pensar en que Nicholas estaba aún allí. El sol estaba bajando, se acercaba el crepúsculo cuando Jane llego a la camioneta, activo el mando a distancia y cuando se disponía a entrar encontró una sorpresa dentro. En el asiento del copiloto estaba sentado Nicholas, y fue cuando la ira la inundo por completo.
-¿Qué diablos haces dentro de mi camioneta? ¿Cómo entraste?
-¿Sabes porque aquel día te dije que me arrepentía de haber hecho el amor contigo? Porque soy un cobarde, tenía miedo de darme cuenta de cuánto me importabas, de cuanto me importas, de cuanto te quiero aun y de llevarme una desilusión, sabía que terminando el instituto tomaríamos rumbos diferentes y no quise sufrir...
-¿Y eso te dio derecho a lastimarme a mí? Tienes razón Nick eres un maldito cobarde incapaz de arriesgarte, de dar un paso al frente, ¡eres un desgraciado un egoísta! Lo irónico es que adoraba la forma en que pensabas en los demás antes que en ti mismo, y nunca te importo, nunca valió la pena ¡Ahora bájate de mi camioneta!
-No, no voy dejarte otra vez, Jane. Me importas demasiado, fuiste la primera, claro que valió la pena
-¡No es cierto Mentira! No me pidas que te crea esa estupidez.
Dame otra oportunidad, déjame demostrarte que todo valió la pena. Por favor
No, ya tuviste mucho tiempo, te di muchas oportunidades, lo lamento mucho por ti Nick, ya es demasiado tarde
-sé que aunque lo niegues sigues sintiendo algo por mi
Te equivocas
-¿Y entonces por qué lloras?
De pronto ella dio un portazo haciendo retumbar cada parte del vehículo. Entonces todo ocurrió muy rápido. Nick se bajó, ella se subió, piso el acelerador, pasando por sobre la acera vio en el espejo retrovisor la expresión desconcertada de él se alejó de allí lo más rápido que le permitió el motor. Comenzó a conducir por Old Mille Terrence, llego hasta el centro, buscando algún lugar donde pudiera borrar de su mente cada segundo de ese apestoso día, los letreros iluminados no le atraían sino que pasaban desapercibidos, hasta que vio un anuncio bastante tentador para la ocasión que recitaba: Hot Mountain Drink. No lo pensó ni siquiera un segundo, solo viró a la derecha aparcó cerca de la acera y entro al local. La Música retumbó en sus oídos,  acelerando sus latidos. Camino por entre la multitud que bailaba en la pista y se acercó a la barra.
-¿Quieres algo de beber? La casa invita.- le dijo el barman. Era un chico muy apuesto, De tez trigueña cabello castaño claro rizado, ojos verdes, y una barba muy seductora.
-¿Qué puedes ofrecerme?
-te preparare algo muy especial, dame un momento- dijo el joven guiñando un ojo.

¿Cómo te llamas?-pregunto el barman
-Jane, ¿y tú?
-Alex… aquí tienes dijo el joven tendiéndole una copa de
El sabor de la bebida fue embriagante desde el primer sorbo. Bajo por su garganta haciendo que todo su interior ardiese.
Sonrieron. Alex, lindo nombre, lindo chico, linda noche fue la que pasaron juntos. Cuando la barra cerró cerca de las tres de la mañana ella y Alex se fueron juntos a su departamento.
El reloj marcaba las ocho y veintisiete minutos cuando Jane se despertó. El sol brillaba  en la ventana iluminando la habitación e intensificando su dolor de cabeza, sin duda alguna producto de la resaca, después de cinco mojitos y tres margaritas era muy lógica. Se concentró en la habitación, no la había visto con detalle; las cortinas en color rojo italiano, el televisor LCD y el equipo de sonido descansaban sobre una cajonera en madera negra que hacia juego con las mesas de noche. Unas sábanas de algodón egipcio en negro brillante resaltaban sobre el edredón beige y las pieles de los amantes. Se levantó cuidadosamente para no despertar a Alex que dormía plácidamente acurrucado en su pecho. Se envolvió en la sabana y salió del dormitorio observando en el pasillo las prendas repartidas por la entrada, riéndose en silencio al recordar porque estaban allí. Llego al cuarto de baño y se miró en el espejo; sus ojos estaban hinchados, era de esperarse después de llorar toda la tarde… y pensar en esa noche perfecta la hizo darse cuenta de que había mucho más en el mundo que Nicholas Horvitz, aunque siguiera queriéndolo. Abrió la gaveta del espejo buscando una aspirina y enjuague bucal, pero encontró algo mejor: una navaja de afeitar. La saco de la estantería y la contemplo  detenida mente y entonces se infringió varios cortes en la cadera, eso la dejo muy tranquila, relajada y sabía que cada vez que viera esas cicatrices recordaría esa noche estupenda que había cambiado su manera de ver el mundo. Seco las heridas y se dirigió otra vez al dormitorio. Alex dormía tiernamente abrazando la almohada. Se tendió junto a él.
-Alex- susurro ella en su oído- Al… despierta, son casi las nueve.- le dijo besando su mejilla. Vamos…
Alex abrió lentamente los ojos y sonrió al contemplar el rostro de Jane a su lado. Paso si índice por la mejilla ella.
-Vaya... estaba teniendo un sueño precioso…-murmuro aun soñoliento.
-¿Ah sí? ¿Y qué soñabas?
-Que pasaba la noche con un ángel, pero creo que no he despertado aún…
Tomaron desayuno en la cama y luego volvieron a hacer amor. A eso de las cinco y treinta se metieron en la ducha y salieron del departamento en el Jeep de Alex. Dejo a Jane fuera de Hot Mountain, la beso, y se puso en marcha otra vez. Ella subió a su camioneta y se dirigió a Newgate para buscar a Anna. Para su sorpresa, apoyado en el poste frente al aparcamiento estaba Nick.
-¿Qué haces aquí Nick?
-Te estaba esperando. Supuse que vendrías a buscar a Anna. Estaba preocupado, la llame anoche para hablar contigo pero no sabía nada de ti.
- Eso no es cierto Nick, y la verdad es que ahora no tengo ánimo para discutir contigo, te lo pido por favor, déjame en paz.
Fue entonces cuando Nick la tomo del cuello y le beso a la fuerza. Jane trato de liberarse de él, pero la tenía sujeta de tal manera que por más que lo intento no lo logro. Se estaba des esperando, no sabía qué hacer, y fue cuando se le ocurrió darle un  rodillazo en los genitales. Nick la soltó de inmediato mientras ella se limpiaba la boca con el dorso de la manga.
-¿Quieres saber por qué ya no quiero saber nada mas de ti?- Hizo una pausa para respirar, se dio unos segundos y continuó- Porque después de que solo quería despedirme de ti, me entere que estabas saliendo con alguien-dijo Jane, viendo como la expresión  de Nick pasaba del dolor al terror- y ese alguien, era un hombre. Podrías haberme dicho que eras bisexual antes de que me acostara contigo. ¿Te  parece suficiente motivo para odiarte? A mí sí. De vedad quiero que me dejes tranquila, que olvidemos todo, y podamos seguir adelante cada uno por su camino.
Se dirigía a la cabina de la camioneta cuando se miró la mano izquierda y vio en su dedo índice el anillo que tanto le recordaba a Nick. Le dedico una última mirada y se subió a la camioneta. Se lo quito y lo arrojo por la ventanilla a los pies de Nick. Se sentía mucho mejor.
Después de que cada una de las barreras que tenía impuestas fuese derribada de forma tan violenta, le complacía saber que ahora se había deshecho también de los escombros. De pronto sintió que su teléfono móvil sonaba. La pantalla iluminada resaltaba las palabras: Alex Llamando.  Ok. Ya hablaría con Anna al día siguiente, por ahora tenía otros planes, mucho más divertidos.

Fin

agosto 24, 2010

De Teresa Wilms Montt

Una poetisa chilena del siglo XX nacida en la ciudad de viña del mar, cuya obra en el país era desconocida hasta hace poco.

aqui pongo los links de descarga de algunos de sus mejores libros

Cuentos para Hombres que Todavía son niños Descargar
La quietud del Mármol Descargar
Inquietudes Sentimentales Descargar
Lo que No se Ha Dicho Descargar


para encontrar mas informacion acerca de esta autora recomiendo la página www.memoriachilena.cl