marzo 13, 2012



Un  retrato de esta linda pareja... hecho por Covelina, la artista oficial, un abrazo cariñoso para ti...

marzo 09, 2012

Colmillos Salvajes, Capitulo Ocho, …“Te Quiero”…

Capitulo Ocho
“Te Quiero”…



— ¿De que estas hablando Evan?— preguntó Jane, incrédula y asustada.
— Me vengo a Londres. Ya no aguanto, Jane… te… te he extrañado demasiado— respondió el entrecortadamente, titubeando, pero sin dejar de mirarla fijamente.

La loba guardo silencio. Algo se agito en su interior, sin saber si era la emoción de saber que él venia por ella,  la confusión por saberlo… o el miedo. El miedo que le daba quererlo tanto que no pudiese ponerse de pie si él desaparecía. Pero para eso ya era tarde, porque su corazón no dejaba de latir en su pecho… parecía que se iba a salir, a pesar de que siempre pensó que no habría nadie más para ella, que no volvería a sentir algo tan fuerte por otra persona… se suponía que jamás  volvería a entregarle su alma a nadie. Pero ahí frente a Evan, se daba cuenta de que ya no le pertenecía. Era de Evan. Desde el primer día,  ya no había nada que hacer respecto a eso.

— Jane, por favor, dime algo… — le suplicó el vampiro, luego guardo silencio un momento, dejando en el aire mucha tensión. Un rato después volvió a mirarla a los ojos y continuo hablando — ¿Sabes? Lo pensé mucho antes de venir, aunque no me costó trabajo encontrarte, pero estoy seguro de que te quiero, de… de que… que te amo.  Y  no quiero que haya nadie más. Quiero que ahora seamos los dos y que tú seas solo mía — dijo Evan con seguridad mientras los ojos dorados le brillaban intensamente.

—No puedes controlar eso… mi naturaleza es inestable, cambiante… ¿Qué te hace pensar que dejaré de ser así por ti?

—No es necesario que tu cambies, no podría pedírtelo por que es lo que yo amo de ti, pero tu corazón es mio y el mio es tuyo, eso no puedes negarlo— replicó él.

Entonces algo se comprimió en el pecho de Jane. Era un cumulo de emociones tan fuertes que no podía evitar sentirse asfixiada por la realidad. Lo quería demasiado para intentar negarlo… entonces unas lagrimas rodaron por sus mejillas mientras ella se perdía en sus ojos dorados.

— ¡Basta!— le espeto ella entre sollozos — por favor Evan, no digas tu las palabras que desearía haberle oído decir a él… y tienes razón… te quiero, como…  y tengo… tanto miedo… de perderte… que…

Entonces, el no vivo se acercó a ella y secó sus lágrimas y la estrecho contra su pecho. Jane, se sentía terriblemente contrariada. Por una parte odiaba verse vulnerable ante él, aunque ya no podía negar que lo amaba… por otro lado deseaba que Evan no la dejara nunca más, que el contacto pétreo de su piel siguiese confortándola siempre. Pero ahora el gatito salvaje… el jaguar estaba allí con ella, eso era todo lo que le importaba.

—No voy a dejarte nunca, estaré contigo, cada día, cada noche… soy eterno ¿recuerdas? Y cuando tu ya no estés me iré contigo hacia el otro lado, pero jamás voy a dejarte sola, estaré contigo. Te amo mi lobita… te amo…— las palabras que Evan le susurraba al oído hacían que se calmara, que poco a poco, entendiera todo lo que pasaba… y en un arranque  de pasión la loba enredo sus dedos en el cabello alborotado del vampiro y lo besó. Se dejo embriagar por esa pasión que la estaba consumiendo por dentro… que hacia tanto que deseaba dejar salir. Él correspondió a su beso, mordiendo salvajemente su labio inferior mientras la abrazaba con fuerza por la cintura con la mano derecha, al tiempo que con la izquierda aprisionaba su cuello. Así continuaron durante largo rato… hasta que Jane se separo de él, cogiéndole la mano,  para decirle:

— Ven conmigo…
— ¿a donde vamos?
— Arriba
— ¿A la azotea? ¿Y para que?
— Iremos a ver las estrellas —sonrió ella y, guiñándole un ojo, lo condujo directamente hacia la escalera de emergencia que se dirigía a la azotea.

Se sentaron en el borde del edificio, dejando que las piernas les colgaran por las paredes, luego se echaron hacia atrás y se acurrucaron en el suelo, sin soltarse de las manos, admirando aquel cielo nocturno limpio y sin nubes. Evan la contemplaba como si fuese una pintura colgada en la pared;  hacia tanto que no la veía que le parecía tan distinta, con esa belleza tan salvaje que la caracterizaba, pero ahora tenía un brillo especial en sus ojos verdes, una luz que hacia que luciera feliz, plena, salvaje y animal.

— Te quiero, vampiro… Te quiero mucho—le dijo Jane abrazándolo con fuerza.
—Yo te quiero más lobita. No dejare de hacerlo nunca… solo cundo los rayos del sol me hagan desapa…
— ¡No! No lo digas nunca, Evan, jamás vuelvas a decirlo. — lo interrumpió ella, con mucha angustia.

Él sostuvo su mirada y luego la besó con brusquedad abalanzándose sobre ella. Fue un beso ansioso, tibio, embriagador, dulce… un beso con gusto a miel y sangre… un beso de vampiro. Evan continuó besándola con frenesí mientras la acariciaba con violencia y la despojaba de la camisa; Jane gruñía de satisfacción y placer al tiempo que deslizaba sus largas uñas por la espalda del joven haciéndolo sangrar, correspondiendo completamente al frenesí del vampiro, quien regeneraba sus tejidos con rapidez.

— ¿Quieres que te haga mía, loba? — susurró él junto a su oído
— ¿Tienes alguna duda de eso, gato? — le respondió Jane, con una sonrisa pícara en el rostro y la lujuria reluciendo en sus ojos de esmeralda.

Ella se subió sobre él y, mientras le rasgaba la sudadera, aullaba de felicidad, gozo y lujuria bajo la luz de la luna creciente que brillaba aquella noche, sabiendo que, por fin, estaría con ese hombre que tanto quería, sabiendo que Evan se quedaría con ella porque la amaba y que ahora si tenia motivos para sonreír. El gatito reparó de repente en el anillo que ella llevaba colgado al cuello, lo tomo y esbozo una sonrisa. Ella cogió el anillo, lo sacó de la cadena, se lo llevó a los labios y así lo deslizo por el dedo corazón de la mano izquierda del vampiro. Volvieron a besarse con furia, amándose, así como en los viejos tiempos… oyendo a  ratos que de los labios del otro se escapaba un cálido “Te Quiero







Unos cuantos tejados más allá, observando el desarrollo de la escena con sátira y desdén, unos ojos ambarinos y almendrados se cerraban para marcharse de allí.

Por fin te encontré… cachorrita — decía en el hombre en voz casi inaudible, soltando una sonrisa irónica y se esfumaba en el aire como si nunca hubiese estado en ese lugar.
Sin que Jane y Evan lo notaran, aquellos ojos como esferas amarillas desaparecieron del firmamento.