julio 19, 2011

Colmillos Salvajes, Capítulo Cuatro: Herencia, Sangre y Decisiones


Capitulo Cuatro:
Herencia, Sangre y Decisiones


Después de una noche de pasión agotadora, Evan se quedó profundamente dormido sobre la arena de la playa, aferrado a las piernas de Jane como un gatito con su bola de estambre. Ella en tanto solo lo contemplaba. Por su mente vagaban todas las cosas que le había dicho Evan y se daba cuenta de que quizás nunca la habían querido tanto como ahora y por eso ella se sentía extraña ante su presencia y el constante apoyo que él le entregaba. Para ella resultaba extraño que alguien que solo se acostaba con ella se preocupara tanto de su bienestar y de cultivar cariño, cuando su propia familia jamás se había preocupado de hacer eso. – Después de todo ella lo veía solo como un compañerito de juegos -. Como poder olvidar que ese gatito, ese vampiro le tenía más consideración que su propia familia; ellos la habían repudiado, eso no quería olvidarlo; no podría olvidarlo, tampoco perdonarlos ¿Cómo no sentir rencor de esos que a pesar de criarla siempre habían hecho notar que ella era diferente?

Recordaba fielmente una escena que estaba grabada con tristeza y dolor en su corazón.
–­ Tú no eres como nosotros… eres común, no vales nada… no debiste nacer… no perteneces aquí, vete de la manada, no llevas nuestra sangre, desaparece, no eres digna de nosotros, de nuestro apellido de nuestra estirpe… lárgate…eres una vergüenza ¡nadie te necesita! ¡Nadie aquí te quiere!

Con todo el dolor que sentía dio un fuerte puñetazo en la arena; Evan se movió ligeramente a su lado y se apretó aún más a sus piernas. De pronto Jane sintió como una gotita cálida bajo rodando si mejilla, una lagrima negra como la noche… una lagrima negra cargada de dolor, resentimiento, rabia y tristeza… luego, sin aviso alguno una mano se  posó en su hombro y unos ojos dorados aparecieron junto a los suyos. Evan la contemplaba fijamente, en silencio, pero a  pesar de la quietud ella sintió la cercanía que él le ofrecía y se dio cuenta de que cualquier palabra sobraba.

Evan comenzó a besarle el rostro, como si pretendiera con sus besos curar esas heridas que Jane tenía dentro de sí… quería cubrir el dolor de aquellas lágrimas con la pasión de sus besos dulces. Ella se refugió en su pecho y, con delicado susurro, comenzó a sacar de su corazón una de las cosas que más la habían lastimado.

“- En… en mi familia nunca he sido aceptada. Desde tiempos inmemoriales los genes licántropos han pasado de generación en generación. Mi abuelo, mi padre, mi hermano, mis hermanas… pero yo no. Una vez, cuando aún estábamos en marruecos, oí a mi padre decirle a mi hermano que se avergonzaba de mí, porque no era como ellos, porque no podría participar de las cacerías, ni de los rituales, ni darle cachorros fuertes a la manada. A mis 5 años, en un combate de hembras, me presente a luchar para tener el apoyo de mi padre…pero solo conseguí esto- dijo suavemente señalando su brazo derecho. Unas marcas de garras estaban levemente marcadas en antebrazo de Jane. Solo puedo recordar la cara espantada de mi hermano sacándome del acampo de batalla; nadie más hizo nada…luego, nacieron las gemelas, traían también el gen y note como mis padres casi olvidaron que yo existía… solo Zein se preocupaba de mí, aunque creo que era más por lástima que por afecto.— respiró profundo antes de continuar — aunque nací allá casi no tengo recuerdos… pero me encantaba sentir la arena caliente bajo mis pies, el sol resplandeciente dorando mi piel, esas mujeres hermosas y misteriosas cubiertas con velos.”

Al pasar el tiempo aprendí a detestar a las gemelas tanto como ellas a mí… en realidad a todos los de la casa… Zein era el que más se preocupaba de mi bienestar, él fue quien  curo mis heridas luego de ese combate, él fue quien me enseño a luchar… pero a pesar de eso sentía que me miraba como si yo fuese un bicho raro. Jamás pertenecí a su núcleo familiar. Cuando pequeña solía llorar noches enteras y rogar a los ancestros despertar a la mañana siguiente con los genes lycans, pero eso no ocurrió nunca. Al crecer comprendí que solo me podría transformar si otro lobo me convertía voluntariamente, así que decidí esperar, esperar hasta que llegara la persona indicada… pero mientras esperaba intente ganarme a mis adres, pero no importaba que hiciera, jamás conseguí que sintieran orgullo, no logre su aprobación; después de un tiempo era solo mi rebeldía la que me impulsaba a marcar aún más las diferencias que habían entre mi familia y yo, por lo tanto la relación que llevo con ellos es muy mala, cada día en esa casa es como habitar un infierno…de verdad ya no lo aguanto… NO LO SOPORTO!!

Evan seguía sosteniendo firmemente su mano, pero se dio cuenta de que no se trataba de que el la sostuviese, sino que era ella quien se aferraba a él con todas sus fuerzas.

– Mira, las cosas del pasado no las podemos borrar – dijo el con ternura, acariciándole el dorso de la mano con el pulgar – pero las podemos olvidar.
–Es imposible olvidarlas. Seria olvidar porqué soy como soy.

Él guardó  silencio y continuó contemplándola.

– ­¿De dónde has salido Evan? ¿Cómo has llegado hasta mí ahora? – dijo ella con voz baja y un leve dejo de melancolía en su voz, bajando la mirada.
– ¿Qué importa eso, lobita? Cuentas conmigo, estoy aquí y no voy a dejarte – dijo él con convicción haciendo que ella volviese a levantar la vista y se encontrara de frente con esos dorados.
– No sé por qué, pero cuando estoy contigo siento que las cosas son distintas; siento que no necesito poner todas barreras que pongo siempre. Eres diferente – dijo apretando aún más la mano de él.
– Quizá…
– ¿A qué te refieres con quizá?
– Bueno, es que a veces pienso que soy demasiado aburrido, no me gustaría que te alejaras de mi por eso – dijo seriamente mirando al horizonte – Jane tú me gustas mucho, en serio, no es ningún juego, quiero mi oportunidad. Cuando estoy contigo me siento feliz, también quiero que tú lo seas.

El cielo pasaba lentamente de la oscuridad a la luz del alba, pero estaba cubierto de nubes.

–Vámonos de aquí. El sol va a salir pronto, no quiero que mi vampiro favorito quede hecho cenizas – sonrió Jane, recogiendo sus zapatos. Comenzaron a caminar en silencio y con las manos balanceándose a los costados, cada uno sintiendo el roce del otro, pero sin tocarse. Cuando llegaron a la carretera ella volvió a sonreír – Nos vemos Gatito, llámame pronto ¿Vale?

– Vale – contesto Evan. Luego de eso cada uno se fue por un lado de la carretera. Mientras caminaba, Jane pensaba en todo lo que le había pasado, la declaración de Evan, su atención, los líos con su familia, los recuerdos de Jack… la confusión era tan grande.

“me siento confusa, Evan es algo inesperado en mi vida, y quiero que se quede, cuando estoy con el puedo ser yo misma, no necesito defenderme o atacarlo porque él quiere protegerme… ¿Debería dejar que lo haga? Quizá… en el sí pueda confiar.”

Pero era su pasado, ese que siempre se hacía presente nada más cerrar los ojos, nada más recordar que Jack le debía muchas cosas, y ella se vengaría, se las cobraría todas, aunque fuese con sangre. Él era la razón que Jane tenia para desconfiar hasta de su sombra, esa razón por la que no permitía que nadie se le acercara; prefería la soledad a la traición. Estaba claro que no conseguiría nada vengándose de Jack, pero era por su orgullo, por su honor… los demás no eran culpables de que él la lastimara, pero aun así ella se defendía de todos con indiferencia y silencio, hasta que apareció Evan, que en tres días había rotado todo su mundo al derecho.
Pensando en eso recorrió casi todo Princetown, hasta el anochecer, descansando de tanto en tanto en alguna banca de parque o sentándose en la cuneta de la calle con la mirada perdida entre los transeúntes, buscando algo que ni ella sabía que era. Alrededor de las nueve de la noche reviso su móvil y tenía más de diez llamadas de su madre, de inmediato hizo lo que cualquiera en su lugar: nada.

Sabía que ya era hora de largarse de aquella casa agobiante y alejarse por fin de una familia por la que sentía más odio que afecto. Entonces lo supo: todas las respuestas que necesitaba las había tenido allí al alcance de su mano todo el tiempo, solo no se había atrevido a alargar la mano en la dirección apropiada. Era lo que ella quería, lo que le hacía falta para mantenerse estable, ¿Era tan cruel como para utilizarlo a su favor hasta aburrirse? Sí, lo era. ¿Era suficientemente valiente como para enfrentar su pasado y dejarlo atrás? Aun no lo sabía, pero tendría que intentarlo.

- Jack, mi familia. Ellos son mi  pasado pero mis sueños, mis proyectos y Evan son mi presente – se dijo con convicción.

El móvil volvió a sonar, esta vez, era él. Otra vez, seria condenada por un impulso incontrolable.

- Hola Gatito, que suerte que me llamas, quiero verte, Ahora.