agosto 02, 2013

Colmillos Salvajes, Capitulo Doce: Jack

Capítulo Doce

Jack



En el salón más amplio de una galería de prestigio, pagada por la facultad de bellas Artes de la Universidad de Londres, se vivía gran expectación. Solo faltaban unas horas para que se abriera la exposición al público y los estudiantes estaban organizando los últimos detalles. De entre todos ellos, allí estaba de pie yo, con un vestido azul, finos zapatos negros de tacón y mi voluminoso cabello castaño oscuro peinado en una media moña, de la cual caían suaves bucles cobre mis hombros y espalda. Estaba muy nerviosa. Muy ansiosa. Me había esforzado tanto para que resultara bien y allí estaba, con mis mejores cuadros y mis mejores fotografías colgadas en las paredes de una hermosa galería, junto con otras obras destacadas de más de mis compañeros.  Solo me entristecía un poco que Luka, mi profesor (y guardián encubierto) hubiera viajado de forma urgente a Andalucía, España por motivos familiares y se perdería la exposición. Por otro lado, Evan, mi supongo “novio” vampiro, había salido de caza y no regresaría hasta la noche siguiente… y eso solo por un estúpido error de cálculo, pero no importaba; de cualquier forma estaba disfrutando de mis logros y triunfos, cosa que era mejor si lo hacía sola. Abrimos las puertas al público, dimos un pequeño discurso y en medio de aplausos y brindis con champaña la galería se llenó de personas. Yo me paseaba entre todos, de un lado a otro, conversando con algunos que querían comprar los cuadros, con profesores y recibiendo ofertas de trabajo como fotógrafa de planta en diferentes compañías y agencias… en medio de esa nube de realismo y normalidad me sentí libre de elegir mi propio destino, sabiendo que sin importar lo que yo decidiera Evan y Luka estarían conmigo.

Entre ese vahído de pensamientos y sueños sentí de pronto una punzada en la nuca, como si alguien me estuviese observando. Incomoda seguí caminando por la galería en busca de aquello que me estaba sobresaltando, pero no aparecía nada ante mí que no fueran los espectadores de los cuadros y fotografías que descansaban en las paredes.

Había algo extraño en el aire… recorrí los rostros frente a mi… y de pronto pude sentirlo. Ese aroma especial en el aire, uno muy familiar… El aroma de un cuerpo descabelladamente familiar, pero, es imposible – pensé – no puede ser él… no puede estar aquí… Y mientras tanto, mi respiración se aceleraba y mi corazón latía tan rápido, tan fuerte, lo sentía… ese aroma, ese cuerpo… era él sin duda… y podía sentirle… estaba allí… era imposible… le sentía tan, tan, tan… Cerca.

      Jack– dije soltándolo como un suspiro y quedándome de pronto sin aliento, sintiendo como de pronto las piernas me fallaban al tener frente a mí a aquel hombre de mirada ámbar y cabello revuelto. Un brillo amarillento apareció en sus ojos y soltó una media sonrisa. De su chaqueta negra sacó un cigarrillo, lo encendió y, aun sonriendo, aunó el humo y modulo un nombre.



      Haydee… ha pasado mucho tiempo – dijo exhalando el humo dulzón de sus Gold Rush.
      ¿Qué demonios estás haciendo tú aquí? – pregunté con seriedad, recuperando la compostura, pero aun en shock por ver otra vez sus ojos. Me puse rígida, frenado el impulso de acercarme a él y arrancarle los ojos… controlándome para no destrozarlo completamente.
      He venido a llevarte conmigo
      Que te hace pensar que quiero ir contigo
      No te lo estoy preguntando. Sabes que lo harás igualmente.
      Entre tú y yo no hay nada Jack. Nada me obliga a ir contigo a ningún sitio, no hay personas, ni deberes, ni emociones…
      ¿Estás segura de eso, Haydee? – interrumpió él, acercándose a mi lentamente y extendiendo los dedos de la mano derecha para tocar mi rostro, pero yo le aparte bruscamente.
      Mi nombre es Jane, Jack. Que no se te olvide – dije con desdén.
      Sí, lo recuerdo.  También recuerdo que ese nombre te lo di yo– respondió soltando otra de sus medias sonrisas burlonas.
      Me lo sugeriste. Yo ya no soy la misma que tú conociste Jack. Ya no soy esa pobre niña ingenua, abandonada y sola, la mujer a la que llamas Haydee no existe más.
      Eso debo comprobarlo, Haydee…perdón – se interrumpió – Jane –  dijo burlándose, luego se acercó más y situando su rostro junto al mío – Quizá quieras invitarme a tu casa y así continuar la conversación, aprovechando que tu mascota chupa sangre no está – me susurró al oído y, por un momento, sentí que el corazón se me detenía.

Él se alejó de mí, hizo una inclinación de cabeza yo parpadee, incrédula, asustada… Y  cuando abrí los ojos él se había esfumando.

Salí corriendo hacia la puerta.
 – ¡JACK, JACK! NO TE ESCONDAS COBARDE – gritaba yo fuera de la galería mirando en todas direcciones – ¡VUELVE AQUÍ, MALDITO!

Seguí gritándole al viento hasta que una de las compañeras de la facultad salió y me hizo callar, diciendo que estaba espantando a las personas que estaban dentro.

      Lo siento, no me siento muy bien… yo… debo irme… irme… discúlpame con todos por favor… – Dije nerviosamente y salí corriendo, con tantas imágenes en mi cabeza como si fuera el video de una pesadilla… >
«No es posible que esté aquí… ¿a que volvió? ¿Cómo sabe de Evan? ¿Por qué precisamente ahora que me encuentro feliz? Por qué ahora que estaba comenzando mi vida con Evan… Por qué tenían que volver esos ojos ambarinos que aun ejercían una fuerte influencia en mí… así como la luna llena… pero… está Evan» pensé mientras corría por la avenida principal a toda prisa, chocando con las personas y sin detenerme a pedir disculpas. Quería esconderme en mi casa… quedarme oculta y que él olvidara todo lo que yo era, que no pensara nunca más en mi, ni en lo que fuimos, ni en lo que pasó… en nada que tuviese que ver conmigo.

Aun exaltada llegue a casa, prendí la luz y me acerque a la mesa para tomar un cigarrillo que había sobre ella; necesitaba calmar los nervios de alguna manera… busque el mechero y no lo encontré. Fui a la cocina a por cerillas, pero ¡sorpresa! Tampoco había. Solté una maldición y de pronto recordé que Luka  siempre se dejaba el mechero olvidado en mi habitación, así que fui a buscarlo.

Cuando abrí la puerta ante mis ojos vi una imagen del terror, me pareció que estaba dentro de una pesadilla.

Jack estaba echado sobre mi cama, iluminado solo por el fuego del cigarrillo negro que estaba fumando y por la llama del mechero de Luka, con el que estaba jugueteando distraído. Al verme se inclino para ponerse de pie.

      ¿Quieres fuego, Jane? – dijo con ironía acercándose a mí. Yo aun tenía el cigarrillo en los labios y le veía acercarse y poner el fuego en mi cigarro. – ¿Qué pasa Haydee?  ¿Tienes miedo? A mí no debes tenerme miedo… O, bueno, sí, deberías tenérmelo… – Dijo poniendo su mano en mi  espalda obligándome a entrar a la habitación. Yo no podía moverme, el cuerpo no me respondía. Él cerró la puerta y se quedó parado tras de mí, oliendo mi cuerpo, poniendo sus manos en mis hombros, deslizándolas cuidadosamente.

      Estas más hermosa de lo que recordaba, Haydee… supongo que la transformación a ayudado mucho en eso. Me encantaría ver en qué clase de animal te has convertido…– susurraba pasando su nariz recta y fina por mi cuello, acariciando mi cabello con los dedos… pasando su lengua por mis hombros llenándome de su aroma. – Aunque es triste que una loba poderosa como tú, este perdiendo su tiempo con una bestia chupa sangre…– dijo en tono despectivo, situándose frente a mí.

      Suéltame… Jack… Por favor… ¡no me toques!… – logre decirle entrecortadamente empujándole hacía atrás con las manos. El levanto una ceja y soltó una risa burlona.
      Vaya… eres una niña mal educada… creo que… – dijo volteando con naturalidad –…tendré que enseñarte a respetarme más.

Dicho eso, me golpeo la cara con fuerza, con tanta fuerza que me arrojó al suelo. Se puso sobre mí con las piernas abiertas y me tomo el mentón con el pulgar y el índice de la mano derecha; iba a decirme algo, pero yo le golpee el brazo derecho con mi propia mano. Entonces el volvió a golpearme el rostro, esta vez, al otro lado y con más fuerza. Se puso de pie y me tomó por la nuca y me levanto del suelo, puso mi cara tan cerca de la suya que podía notar el calor que emanaba su respiración.

      Tú me perteneces, Haydee. Grábalo en tu mente – Dijo, mientras sus ojos mostraban ese brillo amarillento amenazador de nuevo – De cualquier forma yo me ocuparé de grabarlo en tu cuerpo. – Dijo con una risa maliciosa, poniendo la otra mano sobre mi pecho y desgarrando el vestido. Intente detenerlo, intenté defenderme, pero me lanzó con violencia sobre la cama y volvió a golpearme.

      Jack… no quiero…– dije en un susurro que él paso por alto, sabía que podría detenerle, pero mi cuerpo no respondía, yo no tenía la fuerza mental necesaria para enfrentarme a él. Solo podía suplicar. – Jack… déjame, DEJAME – grite, luchando en vano por liberarme de la forma tan sencilla en que él me sujetaba.

      Si juegas con una sanguijuela como esa… te gustara jugar conmigo… he aprendido muchas cosas desde la última vez que nos vimos – dijo volteándome sobre la cama, poniéndome de espadas a él. Entre más luchaba yo por zafarme de sus brazos, mas dolor sentía cuando sus manos me golpeaban. Sentí de pronto que una de sus garras me destrozaba la espalda... pude oler  mi propia sangre, pero no podía creer que Jack fuese el que me estaba lastimando tanto en esos momentos. Él hizo a un lado el vestido hecho girones y me contemplo allí, tendida de espaldas en la cama, suplicándole que me dejara en paz, desnuda y sangrando. Estaba sobre mí, me miraba extasiado… con los ojos llenos de ira y lujuria.

      No sabes cuánto me gusta verte así Haydee… bajo mi cuerpo… a punto de ser mía otra vez…

      Yo nunca seré tuya de nuevo, Jack… ¿No lo entiendes? Fuiste tú quien desapareció de mi vida… déjame en paz… ¡maldito!– Replique con desdén

      Si has podido acostarte con un vampiro, no hay problema en que seas mi zorra esta noche Haydee, después de todo, esto te encanta ¿no? – Dijo rompiendo las bragas e introdujo sus dedos en mi entrepierna – dime Haydee  ¿te gusta que haga esto? – Dijo apretando con fuerza mis muslos, enterrando sus garras en ellos y hundiendo su mano dentro de mí  – ¡Dime cuanto te gusta, maldita perra, dilo!

Mi respuesta solo fueron gritos ahogados. Sentía dolor… pero no quería gritar. «Quieres  verme humillada quieres que implore, quieres que finja placer, quieres que te reciba con las piernas abiertas para que no me lastimes, pero no me veras fingir… no te daré ese gusto… no, no importa cuánto me duela»  Fue cuando por fin pude hacer algo más que suplicar. Me di cuenta de que necesitaba defenderme. Le golpee el pecho con la pierna e intenté correr, pero él fue más rápido que yo, me sujeto por la espalda y descargó un puñetazo directo a mis costillas, haciéndome caer al suelo. Hice lo que pude por no quejarme de mi dolor, no quería darle la satisfacción de verme sufrir. Se sentó sobre mí nuevamente y acercó su cara a la mía.

      Si te resistes será peor Haydee… – mordiendo mi oreja. Se puso de pie otra vez, me levantó por el brazo y me sentó en la cama. Sacó de pronto una pequeña navaja del bolsillo de su pantalón y la acercó a mi rostro… paseando su hoja afilada por mi cuello… la detuvo en medio de mis senos, se rio. Lo siguiente que sentí fue el filo de la cuchilla rasgando mi piel en un ardor profundo mientras le oía deleitarse con el olor de mi sangre. Ni siquiera se quitó la camisa. No pude darme cuenta de en qué momento se quitó los zapatos, ni los pantalones, menos aun la ropa interior, solo se unos mementos después le sentí dentro de mí con una impaciencia tormentosa, que me hizo gritar de dolor… «Estúpida, no grites… no grites, Jane, no grites» pero era inútil, por más que lo pensara, no podía evitar gritar.

-          Jack… no… déjame… por favor… no quiero Jack… Jack… ¡detente! – sentía el vaivén de su cuerpo mientras el filo de su navaja se deslizaba por mi vientre, yo incline la cabeza y apreté los ojos, mientras él mordía mi cuello. En ese momento ya no sabía que me dolía más; las múltiples heridas y magulladuras de mi cuerpo, el hecho de tener a Jack  sobre mí, abusándome o la humillación de saber que no podía sacarlo de allí y de verme sometida a él.

Sentía la lengua de Jack recorriendo mi cuello y mi cara, sentía sus colmillos afilados hincándose en mi carne… sentía su navaja cortando mi cuerpo… sentía el vaivén de su sexo violento y tosco… sentía sus garras apretando con malicia mis pechos… sentía mi propia debilidad para impedirle hacer todo aquello y fue eso lo que gatillo mi llanto. «No, tonta, no grite, no llores» pero era inevitable. Las lágrimas brotaban de mis ojos y no podía frenarlas porque en ese momento solo quería que se acabara todo y que él por fin se marchara… pero el fin jamás llegaba.

      Jack, basta… déjame… me estas lastimando… suéltame… por favor… te lo suplico… déjame en paz… – susurraba sollozando entre sus malditos gemidos de placer, que ahogaban mis súplicas. Aquel martirio siguió por una eternidad… pronto mis fuerza se agotaron y a pesar de todo el dolor que sentía ya no podía gritar… solo le decía en voz baja con lágrimas rodando por las mejillas que se detuviera. 

      Ni lo sueñes – decía él, moviéndose sobre mí más fuerte y más rápido  – ¿Ahora que nos lo estamos pasando tan bien? Y reía a carcajadas, clavándome su condenada navaja. Sentí como de derramaba en mi interior y por un momento se separó de mí. Esperanzada, creí que se abría terminado todo, pero volvió casi de inmediato con algo en las manos. – Mira, Haydee ¿Quieres jugar? – eran cadenas muy finas, pero que en cuanto rozaron la piel de mis muñecas sentí que me quemaban, que ardían y el dolor me nubló la vista… Me ató de las muñecas y me puso de espaldas a él, entre el dolor y la posición, no podía ver nada, solo sombras.

      ¿qué haces Jack? – pregunte aterrada al sentir que se alejaba. – ¿qué pretendes hacerme?¿Jack? ¿Jack? – se acercó silencioso, con un objeto largo entre las manos.

      Sabes qué es esto Haydee? Por deporte tengo también domar caballos… – Observé y el pavor hizo que se me aclarara la vista.  Jack sostenía en sus manos una fusta, con la que, obviamente, pretendía golpearme. – Las yeguas son más fáciles de domar, Haydee… – reflexionó y lanzo su primer golpe con toda su ira, no pude contener un grito desgarrador.

Jack volvió a ponerse rígido y me contemplo allí al borde de la cama, ensangrentada y violentada, con los ojos hinchados de tanto llorar y el rostro magullado por sus golpes.

      Es una pena que una mujer tan hermosa como deba ser tratada como una cualquiera… como una vulgar esclava. Supongo que aprenderás la lección, mi querida Haydee… conmigo no se juega. – dejó la fusta a un lado y sentó en la cama, tomándome el rostro  y jalándome del cabello con mucha fuerza para que pudiese ver sus maliciosos ojos de ámbar. - Ahora pon atención pequeña Haydee, te daré tres días. Vendrás conmigo, Haydee, me serás de mucha utilidad. Lo prometo, serás mi reina Haydee, tendremos un imperio a nuestros pies, juro que no te faltará nada pero debes venir conmigo. Bueno, la elección es bastante simple, cachorrita: Vienes por tu propia voluntad y lo tienes todo, o te llevo conmigo y serás mi golfa personal y también la de mis tropas. - Dijo eso y siguió golpeándome con la fusta. Con cada uno de los azotes sentía como se me escapaban pequeños halitos de vida y prefería que fuera así. Prefería morir antes que servirle de algo a ese bastardo. «Mátame infeliz, hazlo, prefiero eso que ser tu reina»

Durante la tortura de Jack debí desmayarme por el dolor, pero él no se detuvo. Con los primeros rayos del sol me arrojo un poco de agua a la cara para que me despertara.  Encendía otro de aquellos cigarros y me miraba con desdén.

      Vaya, estás hecha un desastre, querida Haydee… muy arruinada… ¿Dónde está la hermosa mujer que vi anoche? – dijo con ironía y lanzo una carcajada. – ¿Sabes qué es esto? – pregunto señalando la fina cadena que me había puesto en las muñecas y que ya había soltado – Las marcas que deja la plata jamás se borran de la piel de un licántropo. Te deje un pequeño recuerdo en las manos.

Con el cerebro un tanto adormilado me giré sobre un costado y me mire las muñecas. Tenía tres finas líneas aun rojas, que ardían demasiado. Levante la vista para verle a los ojos y me apoye la cama para ponerme de pie. Jack me superaba por más de un palmo de estatura, pero no por eso me privé de escupirle la cara. Botó el cigarrillo de la sorpresa, se limpio con el dorso de la mano y, con ésta aun empuñada, me golpeo en la cara.

      Tú no aprendes ¿cierto Haydee? – dijo sacando nuevamente su navaja. Entre mis gritos e insultos, y mientras intentaba detenerlo, sin éxito, me acorraló en la pared, me sujetó la cara, y con la punta de la cuchilla sentí en la mejilla derecha deletrear E R E S  M Í A.  Luego, me inmovilizó en el suelo y en mi vientre escribió con letras grandes J A C K.

Me levantó del cabello y me tiró a la cama nuevamente sin mirarme y, encendiendo otro cigarrillo, salió de la habitación sin cerrar la puerta.

Colmillos Salvajes, Capítulo Once : Regalos y Noticias

Capitulo Once


Nevaba copiosamente en la cuidad de Londres y hacía mucho frío. Era la tercera nevada de aquel invierno; entre más se acercaban las festividades navideñas, más bajaban las temperaturas en la capital Inglesa. A pesar de todo, arriba,  en un pequeño apartamento en el noveno piso  de un edificio algo alejado del centro, una pareja no tenía frío alguno.

Jane estaba pegada a la pared, con el pecho y el vientre sudados contra el frío panel negro, mientras que Evan, tras ella la sujetaba con fuerza con una mano, mientras la penetraba intensamente y le cubría la boca con la otra, para que no gritara. Ella clavaba sus uñas como garras en la pared, desgarrando la capa de pintura que habían puesto hacía algunos días. Se aferraba a aquella pared con todas sus fuerzas, guardando todas las sensaciones de placer que subían por su vientre, desde la entrepierna y que la hacían estremecer. Cuando sintió en su interior la plenitud del cuarto orgasmo no pudo resistirlo más y se soltó de la muralla y, con Evan aún dentro de ella, se dejó caer pesadamente sobre la cama, aun gimiendo de placer. Él, aún sonriendo, jadeaba debajo de ella, besándole el cuello tiernamente, entrelazando su mano con la de la muchacha que esbozaba una sonrisa de mujer complacida.

Hacía casi quince días que Evan había llegado a Londres y la joven pareja casi no había salido de aquel departamento y pasaban la mayor parte del tiempo haciendo el amor. Para la loba, era realmente excitante saber que, cuando salía de clases o de su trabajo, alguien la esperaba en casa. Al principio, fue difícil convencerlo de que se quedara con ella, es su departamento, pero después de mucho insistir, había aceptado. Estaban pintando una de de las habitaciones, cuando él le dijo que debería buscar un piso propio.

-          ¿Qué? ¿Para qué? – dijo ella relajada – no seas tonto, quédate aquí, conmigo.
-          No, ni hablar. Debo arreglármelas solo, aunque sea por un tiempo breve, además estoy acostumbrado… y por otro lado… - dijo desviando la mirada – no quiero que tu amiguito el español diga que me aprovecho de ti.
-          No digas tonterías Evan, no debemos probarle nada a nadie.
-          Pero yo quiero demostrarle que soy digno de ti, lobezna.
-          Ya, lo entiendo, pero yo quiero que te quedes conmigo, te dije que eras mi luz, si no vives conmigo, serás como una luciérnaga. – luego se acercó más a él y lo besó, echándole los brazos al cuello. – No quiero una luciérnaga, quiero una luna que brille siempre. Eres lo más parecido que tengo a una familia… a un novio y…
-          Yo pensaba que ya lo era – dijo Evan, relajado y sonriendo como siempre.
-          No me lo has pedido – contestó ella, perspicaz.
-          Te lo pido ahora, Jane, lobezna, se mi novia, por favor
-          ¿Me lo puedo pensar? – contestó ella con tono manipulador.
-          Claro, mientras que no me alejes de tu vida, claro que sí.

No habían vuelto a hablar del tema pero Jane sabía que tendría que darle a Evan una respuesta pronto. Y ya sabía cuál sería la ocasión perfecta. Se giró para estar frente a frente con su vampiro y le acarició el rostro con el dedo índice.
-          Oye gatito… ¿tu festejas Navidad? – le preguntó tímidamente.
-          ¡Claro! -  contestó Evan, emocionado – me encanta 
-          Bueno… esta es la primera navidad que festejaré así que…
-          ¿Nunca has festejado la navidad?
-          No…
-          Bueno ¡yo haré que esta sea inolvidable!

Jane se limitó a sonreír. Evan sabía más de ella que ninguna otra persona viva… salvo él. Pero no era un bueno momento para pensar en Jack, era su pasado. Se levantó y caminó hacia el baño para lavarse la cara. Tenía la entrepierna dolorida. Eso jamás le había ocurrido. « Bueno, nunca antes había follado tanto en tan poco tiempo » pensó. Se devolvió a su cuarto, abrió el armario y sacó una camisola de seda azul cielo muy provocativa, pero era casi el único pijama que tenía. Y en realidad era para no andar desnuda todo el día.  Eran aproximadamente las cinco de la tarde y habían quedado con Luka para ir a pasear por el centro de Londres. Era bueno que Evan y Luka se hicieran buenos amigos.

-          Lobezna… -dijo Evan, tras ella.
-          Que pasa gatito…
-          Es que, quiero hacerte una pregunta, pero no quiero que te molestes por eso…
-          Dime
-          Que pasó en tu vida, antes de mi, que estabas tan rota por dentro
-          Evan...
-          No espera, es que cuando te conocí eras reacia a las relaciones, al amor… pero ahora todo ha cambiado… antes me di cuenta de que tenías miedo de enamorarte, de establecerte con alguien… no quise preguntártelo antes porque tenía miedo de dañarte, pero ahora… me gustaría saberlo, si no te importa.
-          No, no me importa Evan… pero... no es que fuese reacia a las relaciones… ni me deba miedo enamorarme… solo lo evitaba.
-          Ya, pero ¿por qué?
-          Bueno porque tengo un pasado doloroso. Demasiado doloroso.
-          Bien, no volveré  pregunt…
-          No, no tienes razón... debería superarlo… y decírtelo… pero aún no estoy lista… nunca se lo he dicho a nadie.
-          ¿Desde hace cuanto que guardas ese secreto?
-          Desde hace tres años
-          ¿Lo harás cuando estés lista?
-          Lo prometo
-          Te quiero
-          Yo a ti más gatito.


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Los días pasaron rápidamente y casi sin darse cuenta, la mañana del día 24 de diciembre, Jane y Evan se encontraron cazando en un sector alejado de la ciudad.

La sangre caliente caía por las comisuras de los labios de la loba, mientras desgarraba la piel del venado que yacía muerto junto a ella. Se hallaba de rodillas, relamiéndose los labios, mientras que Evan volvía junto a ella con el cadáver de un cazador en un brazo.

-          Se lo tiene merecido por cazar fuera de temporada – dijo ella, cuando sus ojos volvieron a ser verdes.
-          Vaya, miren quien lo dice – rió Evan. Ella río también, limpiándose la boca con la manga del sweater

Cuando se deshicieron del cadáver del cazador, del que solo quedaron algunos huesos, volvieron a la cuidad, corriendo a una velocidad increíble, haciendo una carrera a ver quien llegaba primero. Una vez en el departamento, él y ella se dispusieron a preparar unas cuantas botanas para la cena de navidad.

Todo el departamento tenía las luces apagadas, pero  la habitación estaba iluminada por muchas velas ubicadas en las paredes y sobre los muebles blancos y negros. Evan había iluminado todo con la suave luz de los candiles, el vino blanco se estaba enfriando y las botanas estaban dispuestas sobre la mesita del salón. El chico estaba muy  guapo, más que nunca en realidad; había decidido ponerse un traje, llevaba unos pantalones de tela gris oscuro, muy elegante y una camisa negra que resaltaba a palidez de su piel. Por una vez, no andaba desaliñado, se había cerrado todos los botones de la camisa, la había acomodado dentro de sus pantalones y se había puesto corbata, azul con líneas grises, centrada y con un hermoso nudo Windsor. El muchacho procuró afeitarse y peinarse bien para la ocasión, después de todo, eran las primeras fiestas que pasaban juntos y quería que todo fuese inolvidable. Mientras esperaba a la muchacha se dirigió hacia el pequeño árbol de navidad donde las luces de colores se encendían y apagaban con una sincronía preciosa. De pronto recordó una navidad cuando era pequeño. Su madre, con el cabello corto peinado hacia atrás y un delantal de cocina a cuadros, llevaba en las manos enguantadas una bandeja de bollos calientes bañados en una salsa dulce que a él le gustaba mucho. Su padre entró a la casa un rato después con las botas llenas de nieve y le puso una bufanda alrededor del cuello y luego se lo sentó sobre los hombros y salieron a jugar en la nieve. En ese entonces él tenía ocho o nueve años, era un niño pequeño, y recordaba cómo a la mañana siguiente, cuando abrió sus obsequios bajo el árbol, su padre le entregó además su primera bicicleta. Era grande y azul, con bocina y luces traseras. Salió de inmediato a probarla, afuera en la calle mojada llena de nieve bajo la luz de un pálido sol invernal. « Y ahora no puedo ver el sol» pensó. Hacía poco más de dos años que se había convertido en un vampiro y desde esa época tampoco había vuelto a ver a su familia. « Madre debe estar preocupada » se dijo. D pronto una voz suave lo sacó de sus recuerdos y se volvió para contestar a su loba. Ella estaba radiante. Se había puesto un vestido de seda esmeralda que hacía juego con sus grandes ojos verdes. El cuello abultado daba lugar a un escote pronunciado que dejaba ver el inicio de su vientre, mientras que la espalda desnuda se cubría con los mechones de cabello castaño oscuro liso que se escapaban del peinado. La falda amplia le llegaba hasta las rodillas, enseñando sus largas piernas, rematando con unos tacones negros y sencillos.  


        Estás preciosa – le dio Evan, sin aliento.
        Gracias Gatito… - sonrió ella – tú estás… Exquisito – Sentenció ella, dirigiéndole una larga y lasciva mirada.

Se le acercó y le dio un ligero beso en los labios. Ella le paso una mano por el cabello bien peinado y volvió a sonreír.

        Tengo algo para ti – le dijo, alegre como una niña pequeña. – Espérame, no tardo.
Luego se fue corriendo con sus tacones altos en dirección a su estudio, haciendo que sus vaporosas faldas se movieran con gracia.  Volvió unos minutos después con un gran paquete rectangular en sus brazos firmes, envuelto en un brillante papel plateado. Lo puso sobre el sofá y lo miró largamente con los ojos brillantes de emoción.

Lo comencé hace mucho, cuando aún no venias a Londres. Sabes que me negaba a aceptar que sentía amor por ti, era una tontería, pero en fin, espero que te guste.

Evan supuso que sería una fotografía. Medía aproximadamente ochenta centímetros de largo y unos sesenta de largo. Desprendió el papel con mucho cuidado y contempló su obsequio. Unos ojos dorados, brillantes como el sol, le devolvían la vista. No era su rostro completo, pero eran sus ojos… con el iris alargado y las pestañas tupidas… con esa mirada salvaje. También aparecían sus labios, rosados y sonrientes, con los colmillos amenazantes, to do enmarcado por la moteada piel del jaguar.

-          Me encanta – sonrió el vampiro.
-          Lo sé, me alegro. Hubiese preferido hacerte una foto pero… creo que no habrías aparecido – dijo agitando el cabello.
-          También tengo algo para ti – dijo sacando un paquete pequeño del bolsillo de su camisa. – quería darte algo único, que solo pudiese darte yo. Debo admitir que tu amiguito Luka me ayudó bastante. Ella toó el paquete en las manos y lo abrió. Era una botella de cristal, muy pequeña, que tenía la forma de un colmillo. Estaba repleta de un espeso líquido color rojo oscuro. En torno al tapón tenía dos ganchos que sujetaban una delgada y muy larga cadena negra. Ella lo observó, con una expresión de desconcierto.
-          ¿Sangre?
-          Sí. Es sangre de vampiro, mi sangre, es una composición especial que puede ser ingerida por un licántropo y no es mortal, de hecho es un antídoto para la mordedura de vampiro. – Tomó el frasco y lo colgó en el cuello de Jane. – Feliz Navidad, lobita.
-          Feliz Navidad, mi jaguar exótico… mi asad amiriki [1]






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El campamento estaba en silencio. La mayor parte de las tropas estaban en misiones de reconocimiento del terreno; las patrullas de Kepler y Belhaj rondaban por los límites, Zianni buscaba una morada adecuada para el ejército y las otras cinco construían las torres de vigilancia provisorias en las lindes del bosque.

«Necesito verla» pensó mientras caminaba por el terreno embarrado. En realidad no estaba seguro de si necesitaba verla o solo lo deseaba, no importaba, puesto que en esos momentos no podía hacerlo. El grupo mayoritario de árabes y marroquíes estaba por llegar y entonces ahí podría tomar cartas en el asunto.

Había soñado con Haydee la noche anterior, la había visto con el largo cabello castaño suelto y despeinado cayéndole por la espalda, con un traje de danzarina del vientre color azul cielo. Se vía hermosa. Luego Ranya se volteó en la cama y lo despertó, pero eso no alejo a Haydee de sus pensamientos, recordaba cómo se movía con suavidad, como bailaba para él y como se cubría el rostro con el hijab [2] Trató de apartarla de sus pensamientos y se dirigió a recibir a los comandantes árabes; la luna llena brillaba en todo su esplendor y hacía que se sintiera más vivo y poderoso que nunca. Echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un aullido largo y profundo, mientras su cuerpo se transformaba y el humano quedaba olvidado bajo la piel de un gran lobo gris. Corrió por el fango y los juncos sintiendo el aire gélido de la noche hasta llegar a la orilla sur del rio. La embarcación no era muy grande, puesto que no debían llamar la atención, allí solo estaban los altos mandos. Uno de los grumetes puso el tablón y nuevo lobos de brillante pelaje oscuro bajaron de la nave, el lobo gris bajo la cabeza y los otros correspondieron su saludo, luego aullaron.

-          General Wolfe – dijo un hombre de cabello canoso y rizado que, en su forma humana, vestía un thawb [3] color beige.
-          Comandante Kaidi, me alegra verlo. – respondió – Arif, Tizne, Rahmi, Musina, Alfara, Vasinca, Ysamat, Siacara [4]-  Nombró -  Bienvenidos.
-          Hemos traído lo que prometimos, Wolfe. – dijo Tizne con voz fría. - Nuestra palabra estaba empeñada, la hemos cumplido. ¿Donde está la chica? -
-          Aún no sabemos si es ella. Debemos comprobarlo. – contestó el aludido, impávido.
-          Sí, pero dijiste que la traerías, la queremos aquí.
-          Voy a traerla, lo antes posible. Ahora, si me permiten… me encantaría ver ese documento.

A regañadientes, los hombres aceptaron. Luego de acomodar a los recién llegados en el incipiente campamento, Wolfe se retiró a sus aposentos con un viejo ejemplar de historia lupina. Ranya lo estaba esperando, tendida en la cama, envuelta en una bata de encaje escarlata que transparentaba su figura. Él no le prestó atención y la sacó por los cabellos de la habitación. Debía concentrarse en aquel libro, de eso dependía el futuro de la misión… y de los licántropos.

Cuando los primeros rayos del sol iluminaron la cama de Wolfe, se sintió mal por no haber dormido nada «Hoy no habrá mucho tiempo para dormir»… pero no importaba. Ahora sí, era imperativo que buscara a Haydee cuanto antes. Su móvil comenzó a sonar.

-          El principito ya no está con la chica. – dijo la voz al otro lado del auricular
-          ¿Cómo lo sabes?
-          Me encargué de molestar a la princesita  - dijo la voz, casi riendo.
-          Entonces ¿está sola?
-          No. Un vampiro está con ella
-          Eso es lo de menos, para mí es como que estuviese sola.
-          Están al tanto de su posición, no esperan el ataque.
-          Lo sé. Es adecuado. Te volveré a llamar.

Colgó el teléfono y en sus labios se dibujó una media sonrisa. «Muy bien pequeña Haydee, nos veremos muy pronto» dijo, con los ojos ambarinos brillando maliciosamente.






[1] Asad Amiriki: Significa Jaguar en idioma árabe
[2] Hijab: Pañuelo o velo usado por las mujeres árabes para cubrir su rostro.
[3] Thawb: vestidura masculina de algodón o lana que les cubre hasta los tobillos
[4] Kaidi, Arif, Tizne, Rahmi, Musina, Alfara, Vasinca, Ysamat, Siacara: Apellidos de origen islámico.