octubre 06, 2011

Colmillos Salvajes, Capítulo Seis:Nuevos Encuentros, Nuevas Expectativas


Capítulo Seis
Nuevos Encuentros, Nuevas Expectativas


Mis manos se aferraban con fuerza a los barrotes de la cama, mientras que sentía correr por mis venas el calor que emanaba aquel cuerpo sobre el mío, la intensidad de su pasión y la fuerza con la que me entregaba el más infinito placer. Evan se desplomo en mi pecho al acabar, no exhausto, sino que complacido, me miro a los ojos y me beso en los labios, un beso tierno y dulce, como los que se dan cuando acabas de hacer el amor. .. Él abrió los ojos y pude verme reflejada en ellos, mientras es decía en un murmullo… te quiero.

Desperté de golpe con la alarma del despertado. 7:35, debía irme a clases, luego al estudio, luego a la cafetería… vivir la rutina en la que se había convertido mi vida al llegar a Londres. No es que me molestara, todo lo contrario, estaba siendo  muy feliz viviendo en ese noveno piso, el último de un antiguo edifico ubicado en una calle algo alejada del centro, estaba feliz de estar estudiando en esa prestigiosa escuela de arte, feliz de creer que mi futuro me deparaba estabilidad... pero algo me faltaba, y aunque quería negarme, sabía perfectamente que eso que me faltaba era Evan. El vampirito se había quedado en Princetown, en realidad yo lo había dejado allí, le pedí que no me siguiera, pensé que era lo mejor. La verdad es que  tuve tanto miedo de darme cuenta de que me había encariñado con él que a la primera oportunidad lo deje. Sabía que tarde o temprano debería acostumbrarme a su ausencia, que no volveríamos a vernos, ni a hacer el amor y, lo que más extrañaba, no volvería a despertar en sus brazos, envuelta en ese suave perfume que emanaba de su cuerpo.

Buscando en mi interior un poco de resignación ante esos hechos, me levanté, me di una ducha y me fui a la facultad. Hacia dos semanas que estaba en Londres, pero ya me ubicaba perfectamente, supongo que era mi instinto animal, menos mal, porque sin ese instinto me hubiese sido imposible conseguir aquel empleo de sueldo casi decente en esa cafetería al otro lado de la ciudad, lejos de la facultad, del estudio… y aun así logaba llegar a tiempo a todos lados solo porque corría lo más rápido que podía. Mas ese día fue distinto. Corrí desenfrenadamente hacia la facultad, pues estaba atrasada e ignoré que mi cabeza daba vueltas y que mi estómago se apretaba… un sudor frío humedecía mi rostro, pecho y espalda, me di cuenta de que algo andaba mal y no me importó, seguí corriendo hacia a la facultad y las  imágenes borrosas de las personas que pasaban a mi alrededor me mareaban… me sentía aturdida, corriendo por inercia, sin importar nada, sentí como perdía toda la fuerza, como me precipitaba hacia el piso sin siquiera poner las manos para frenar la caída... para cuando llegue al suelo me encontraba en una especie de trance, no sabía si estaba despierta o no, solo sabía que estaba tirada en el suelo y que me había golpeado la cabeza. Me encontraba débil, puesto que hacía varios días que no iba de cacería, era simplemente que no quería verme en la obligación de asesinar a nadie más, no quería volver a tener la oportunidad de engañar a mis sentimientos yendo a la cama con cualquier tipo que acabaría matando solo por comer su carne (¡Que para eso está el supermercado!) aunque la carne humana es mucho más deliciosa y me hacía sentir mucho más fuerte… En Princetown no tenía ese problema, me iba de cacería con Evan, y generalmente asesinábamos ladrones, violadores o asesinos… esos que nadie extrañaría en el mundo. Debí pensar todo eso en algo así como cuatro segundos, porque luego pude oír una extraña voz.

— Señorita, disculpe, señorita ¿Se encuentra usted bien? ¿Puede oírme? — tenía la voz grave y un acento distinto, cuando abrí los ojos y vi su rostro me di cuenta de que era extranjero, ¡pero que extranjero! No me di cuenta de su estatura, pues yo estaba tirada en el suelo y él estaba a mi lado, con una botella de agua en una mano y un periódico en la otra. Su piel era trigueña, el cabello castaño claro le llegaba hasta los hombros, con mechones rojizos que caían en delicadas ondas sobre el rostro ovalado, una frente amplia y con una quijada pronunciada; llevaba una barba casual que dejaba ver unos labios finos con gran tendencia a sonreír, nariz aguileña y unos ojos preciosamente extraños; el izquierdo era de un azul zafiro magnífico, pero el derecho era gris, un gris perlado que brillaba bajo el sol.
— Emm, sí, si muchas gracias estoy bien— dije rápidamente intentando ponerme de pie, sin embargo, perdí nuevamente el equilibrio, pero el tipo me sujeto del brazo para que no me golpeara.

— Creo que no está del todo bien, tenga, beba un poco de agua — dijo acercándome la botella abierta. La recibí y bebí un pequeño sorbo que me quemó la garganta por la falta de sangre y carne. Aguante el dolor y le devolví la botella al individuo de ojos extraños y acento extranjero.

— No se preocupe estoy bien, muchas gracias — dije intentando sonar amable
— ¿Está segura? ¿No debería ir a ver un médico?
— No, en verdad no es necesario, además ya voy muy tarde — conteste pensando que debía ir a cazar y a la facultad.
— Si gusta puedo llevarla ¿a dónde se dirige?
— no se preocupe, puedo ir a pie, gracias— conteste ya casi fuera de mis casillas. El sujeto era demasiado insistente para mi gusto.
Entonces me acerco con fuerza a ´le para quedar cerca de mi oído
—Anda Jane, deja hacerlo difícil, sé que necesitas cazar, el agua te ha dejado la garganta ardiendo. Ahora cálmate y ven conmigo ¿Vale? — dijo en un susurro ante mi expresión de asombro, extrañeza y también miedo.
— ¿Quién demonios eres tú? ¿Y qué rayos quieres conmigo?

— ¡Venga! Que no es el mejor momento para dar explicaciones, además te encuentras muy débil y eso es peligroso, ven, muévete.
— ¡Nada de muévete! Quien rayos te crees, dime quién demonios eres o no iré a ninguna parte
— Jane, por favor, ¿crees que me costara gran trabajo llevarte conmigo con lo débil que estas? Que si no te tuviese sujeta de un brazo te habrías caído al suelo. Pero está bien, por esto de las formalidades…Soy Luka, me han ordenado protegerte. Vengo desde Andalucía, por si te interesa. Ahora ya vayámonos. 

Yo guarde silencio, entre sorprendida, enojada, confundida y asustada, pero tampoco pude hacer nada, puesto que perdí el conocimiento tras dar los primeros cinco pasos.

Cuando desperté ya había anochecido y Luka, el de los ojos distintos, estaba durmiendo sentado en la silla frente a la cama, muy derecho. En la mesa de noche había un vaso lleno de una sangre espesa, de un tono rojo oscuro. Sin siquiera dudarlo lo bebí todo, y sentí como mi cuerpo se fortalecía con eso… me hacía falta. Luego, me senté en la cama abrazando mis rodillas, esperando a que el tal Luka despertara  de su sueño profundo y contestara mis preguntas.

De pronto abrió los ojos y me miró fijo.
— Anda lobita, que no soy un enemigo,  no te voy a lastimar...—dijo el con su acento extraño y voz grave en un tono calmado y sensual — Deja ya de mirarme como si quisieras asesinarme
— Dime Luka… ¿Quién eres tú y porqué dices que vienes a protegerme? — pregunte mirándole a los ojos… esos ojos extraños… llamativos, de los que, inevitablemente, no podía desconfiar.

Él bufó ante mi terquedad, me sonrió y contestó
— Es una larga historia.
                                                                                                                                                            Continuará...