diciembre 09, 2010

Especial

Aquí está un capítulo especial, que combina partes importantes de dos grandes historias. Tristán es un vampiro, cuya historia se relata en La Prostituta Boxeadora, escrita en conjunto por Rayas A y C, este personaje se encuentra con nuestra amiga Jane, la mujer lobo de Colmillos Salvajes, y gracias a las coincidencias del destino estos personajes anatómicamente distintos se darán cuenta de que tienen una que otra cosa en común. les incito a leer esta serie titulada La Prostitua Boxeadora, cuya trama vampiresca, violenta, con toques agridulces dejará en cada lector un sentimiento de frenesí con cada palabra. para ir al blog y conocer a Tristan, Dennis y Margarita dar Click Aquí o en los enlaces ya marcados. Y ahora sin mas preambulos les dejo las impresiones de Jane y Tristan Al conocerse.

PD: No olviden comentar y visitar La Prostituta Boxeadora


TRISTÁN

Esa noche desperté solo en la casa donde nos estábamos quedando. Al levantarme, poco después del atardecer, únicamente me encontré con una nota pegada en el refrigerador que decía: “No nos arriesgamos a despertarte y nos fuimos. No hagas nada estúpido, niñito. Dennis” junto al texto había un tierno dibujo de un ratoncito, supuse que era el mensaje de Margarita. Hasta ahí, nada fuera de lo común, sin embargo, lo que cambió mi perspectiva acerca de esa noche fue descubrir el papel donde estaba escrita la nota: era una hoja de calendario que señalaba la fecha de esa noche, mi cumpleaños. Aun no tengo claro si se trataba de la fecha del día en que nací o de la noche en que morí, que de algún modo fue también una forma de nacer. Según comprenderán, a estas alturas resulta un poco complicado recordar las fechas exactas, yo sólo tenía la certeza de que esa fecha era significativa para mí.
Con ese confuso pensamiento salí a caminar. El apetito se me había ido, pero aun así sentía un deseo insoslayable de vagar por ahí disfrutando de la soledad como lo hacía antes… ha tanto tiempo. Caminé por espacio de una hora aproximada y por impulso entré a un café de atractiva fachada. Ya había hecho mi clásica orden de una copa de buen vino cuando por alguna razón mi vista se fijó en la vitrina de los pasteles y no resistí la tentación de agregar una porción de pie de limón a mi solicitud, el mesero me miró raro y se fue con su libretita, yo sonreía como un niño ante la idea de volver a comer pastel después de varias décadas en que no me comía un postre de esa clase, después de todo, era mi cumpleaños y tenía derecho a celebrarlo con un pastel (me parece oír las palabras de Dennis diciéndome cuán infantil soy).
Disfrutaba del glorioso sabor de mi golosina cuando alguien se sentó a mi lado y de un ágil movimiento me arrebató el tenedor para inmiscuirse en mi plato. Mi reacción se redujo simplemente en acercarle el plato a la muchacha, tal vez estoy demasiado acostumbrado a que Dennis y Margarita invadan mi espacio, entonces (sí, recién entonces) me di cuenta de que la mujer en frente mío no era humana ni vampira, sino una loba, nuestra enemiga natural.
Ella me miró con extrañeza cuando le acerqué el plato, dándole a entender que le estaba convidando, luego le acaricié un poco la coronilla como suele hacerse con los perritos para que tomen confianza, pero al parecer ella se ofendió pues me gruñó suavemente. Decidí mantener la distancia, no tenía la más mínima intención de ganarme otro enemigo lupino.
-Es un buen pie de limón.
Me dijo, quizás tratando de entablar conversación.
-Lo es. Hace mucho que no comía uno.
-Era justo lo que necesitaba. Un bocado de felicidad después de la tormenta.
-Exacto… un bocado de felicidad.
Sonreí. Pensar en el pie de limón me hacía evocar a Margarita y su encantadora presencia, luego mi mente siempre se remontaba a su madre, esa Ilusionista/Ilusión a la que seguía adorando con serena constancia.
-¿Cómo te llamas, vampiro?
-¿Tu manada no se enfadará si te me acercas?- le pregunté lo más cortés que pude, ella clavó en mí sus ojos animales de un modo que no supe interpretar, así que agregué rápidamente antes de que se enfadara- Me llamo Tristán ¿Y tú?
-Jane.
Dijo sonriendo. Si bien se notaba que era una criatura peligrosa, no parecía dispuesta a un enfrentamiento ni a la cacería, sino más bien animada por la misma calma taciturna que esa noche me había arrastrado hasta allí ¿Sería la Luna?
-Mucho gusto, caminante solitaria ¿Qué te mueve esta noche?
–El miedo al abandono y la decepción del amor salvaje y solitario. El gusto es mío Tristán, me imagino que tu soledad es voluntaria ¿O me equivoco?
–Esta noche sí y no. Los que quiero han salido de cacería sin invitarme creo, pero no importa, esta noche festejo mi cumpleaños.
–Amerita un brindis con algo más que vino entonces– dijo sonriendo, Jane parecía estar buscando la cercanía de alguien, pero no a pedir protección sino a ofrecerla, como si quisiera recuperar su seguridad brindándosela a los demás. Me sentí intrigado por su ansiosa sociabilidad – ¡Mesero! ¡Mesero! ¡Dos copas y una botella de Jack Daniels, por favor! Ah, sí ¡Y unas velas!

Conversamos hasta altas horas de la madrugada, de todo y de nada, sin otra intención entre nosotros que la desesperada necesidad de expresarnos ante alguien que no nos juzgara, ante un ajeno a nuestra propia estructura. En Jane descubrí a una dama sensible y delicada oculta entre muchas y policromáticas capas de rudeza, decepciones y desafíos, pero ante todo, muy leal. Ella oyó con calma mi historia, mi pasión desmedida por quien me arrebatara la vida y el largo camino que tuve que recorrer hasta aceptarme a mí mismo, así como también la férrea amistad que me mantenía vivo y unido a mis camaradas.
Después del pie de limón y mi vino, se sucedieron algunos cuantos mojitos y un whisky, me iba a invitar a un margarita también, pero me negué diciéndole que aquella preparación sólo la bebía con dos personas en específico, ella no me pidió más explicaciones. La gente del local nos miraba extrañada, nosotros bebíamos y bebíamos sin embriagarnos, mientras hablábamos de nuestras vidas en términos que a los mortales les parecían meras divagaciones o metáforas.
Habíamos abandonado el café y caminábamos por las calles casi vacías cuando Jane movió sus fosas nasales de un modo tan sutil que apenas yo me di cuenta, luego miró a todos lados algo nerviosa y se dirigió a mí con una sonrisa.
-Será mejor que me vaya, Tristán. Fue un placer conocerte.
-El placer ha sido mío, señorita.
Respondí con una reverencia, a ella parecía divertirle mi formalidad anticuada. Me besó la mejilla y se largó corriendo, ya no la veía cuando oí a lo lejos un aullido largo y casi melódico, emitido con sincera pasión, produciéndome una sensación de placer purificado, tierna, esperanzadora… palabras inusuales en un vampiro. Fue como si después de tanto tiempo de caminar en una caverna, una brisa fresca hubiese sacudido mi pecho inerte.
-Yo también estoy agradecido, Jane.
Susurré para mí mismo antes de cambiar de rumbo. La noche era joven y pretendía caminar un poco más cuando irrumpió en mi campo visual una imagen familiar.
-¡Te dije explícitamente que no hicieras nada estúpido!
-¿Qué hice ahora?
-¡Estabas con esa loba! ¡LOS LOBOS NOS ODIAN! ¿Ya olvidaste a los perros en Rumania?
-No me metí en problemas, esta vez lo tengo claro. No tienes que hacerme una escena de celos, Dennis.
-¿Celos? ¡QUIÉN MIERDA ESTÁ CELOSO! ¡Aquí la única nenita eres TÚ! Una niñita estúpida que va a meterse con la gente más problemática en mil kilómetros a la redonda…
Nos fuimos caminando tranquilamente. Dennis seguiría sermoneándome el resto de la noche, yo lo aguanté con paciencia. Mi vida regresaba a la normalidad y eso me alegraba.
Esa noche aprendí mucho de los licántropos y aventuro a decir que ella comprendió un poco más las motivaciones de mi especie, pero lo más importante: ambos ganamos un aliado en este mundo impío que ha perdido el respeto hacia sus propias fantasías, que nos tacha a bajo el sello de la irrealidad y se dispone a ignorarnos, a olvidarnos. Nunca olvidaré a Jane, esa loba solitaria y apasionada que me robó unos bocados de pie de limón y una noche, pero a cambio me regaló su confianza.





 JANE
Aquel día desperté con la seria sensación de que todo lo que quería en ese momento ya no estaba más a  mi alcance. Fue al poco tiempo de convertirme (o de que me convirtieran), específicamente después de dos meses, tres días, veintiún horas, catorce minutos y cincuenta y seis segundos.

Él me enseño como ser lo que soy, él me convirtió, me inicio, me hizo el amor  y luego, como un buen lobo estepario, se fue.
La caída fue muy dura.
No pude levantarme.
Estuve en el suelo mucho tiempo, me parecieron siglos, como los que comencé a vivir luego de convertirme, pero no podía controlar mis deseos de sangre, de sexo, los deseos de ver otra vez una noche de luna llena junto a mi mentor, lo buscaba entre todos, pero jamás lo hallaba. Cada vez que salía de mi cuarto por la noche y buscaba una nueva presa, era solo para sustituir el rostro del hombre simple al que seducía por el del macho alfa que me robo hasta la última gota de mortalidad del cuerpo.
Pero como nada es eterno, el día en que menos esperaba verlo, estaba allí, bajo el sol de verano en la plaza, junto a la iglesia. El brillo de los cristales negros se dirigía directamente a mí, paralizándome por completo, quedando sola en mitad de la nada en que se convirtió la calle por la que caminaba.  Cuando se quitó las oscuras gafas,  sus ojos me demostraron lo incomodo que se sentía  viéndome de pie frente a él, y sentí en el cuerpo una fuerza que me impulsaba a salir huyendo en la dirección contraria, pero no lo hice, mi orgullo jamás me permitiría huir de él, aunque mi espíritu lupino aullara por hacerlo.
Continuamos viéndonos fijamente durante largo rato, a menos de dos metros, pero sin pronunciar una sola palabra. Reconocí a los que estaban con él, unos lobos antiguos, pero eso no nos importó, quizás porque secretamente sabíamos lo que sentíamos el uno por el otro. De sus ojos ambarinos brotaron unas lágrimas, acto seguido: volvió a ponerse las gafas y miró hacia otro lugar. Yo continué caminado en dirección a él como si no nada. Al pasar a su lado, se volteó y susurró en mi oído:
– Pase lo que pase, nunca cambies Jane. No dejes que este mundo roto te quite una sonrisa.
Esas palabras también me hicieron llorar. Cuando quise voltearme a buscarlo, ya no estaba, sólo vi un último destello azul que dejo su cabello en el lugar en donde estaba un segundo atrás. Entonces salí corriendo. Lloré y corrí toda la tarde, desde las 13: 26 hasta que la noche hizo su aparición triunfal. A las 20:53 me detuve; no sé en dónde ni por qué, pero lo hice sin pensar.
No pude ni cazar. Después de verlo, el sexo con un desconocido me daba nauseas. Me sentía herida, frustrada y atrapada. Quería algo que me hiciera sentir mejor, pero ¿qué? Intentar embriagarse era estúpido... De pronto,  sentí un aroma diferente, el aire estaba impregnado con la esencia de los enemigos, y a la vez, mis instintos me decían que corriera hacia ese lugar.
Comencé a correr desesperada, buscando la procedencia del aroma que percibía, hasta que llegue a un lindo café decorado en estilo antiguo; me asome a la puerta y en efecto, allí estaba, un vampiro alto, delgado, de piel, clara y cabello oscuro, que tenía en una mano una copa de vino y en la otra un tenedor para comerse una exquisita porción de pie de limón. Sin siquiera pensarlo entré rauda, me senté a su lado y sin previo aviso o presentación le arrebate el tenedor de la  mano y probé el pie de limón. A él pareció no importarle que una completa desconocida se metiera en su plato, por el contrario me lo acercó y acto seguido, me rascó la cabeza como si fuera un perro abandonado. Lo miré desafiante y solté un gruñido suave, para parecer simpática, mas parece que se asustó, porque quitó la mano rápidamente.
Intenté nuevamente.
– Es un buen pie de limón.
–Lo es. Hace mucho que no comía uno.
–Era justo lo que necesitaba. Un bocado de felicidad después de la tormenta.
–Exacto… un bocado de felicidad– Sonrió.
– ¿Cómo te llamas, vampiro?
– ¿Tu manada no se enfadará si te me acercas? – Preguntó el vampiro, haciéndome recordar que como buena esteparia, la soledad estaba conmigo, la amaba, pero también amaba a mi transformador  y deseaba tenerlo conmigo. Debí poner una cara extraña, porque contesto rápidamente y con temblores. –Me llamo Tristán ¿Y tú?
–Jane.
–Mucho gusto, caminante solitaria ¿Qué te mueve esta noche?
–El miedo al abandono y la decepción del amor salvaje y solitario. El gusto es mío Tristán, me imagino que tu soledad es voluntaria ¿O me equivoco?
–Esta noche sí y no. Los que quiero han salido de cacería sin invitarme creo, pero no importa, esta noche festejo mi cumpleaños.
–Amerita un brindis con algo más que vino entonces– dije sonriendo, Tristán era una de esas criaturas a las que dan ganas de proteger, hasta despierto lucía indefenso. – ¡Mesero! ¡Mesero! ¡Dos copas y una botella de Jack Daniels, por favor! Ah, sí ¡Y unas velas!
A penas llegó la botella y las velas, brindamos; primero, por su cumpleaños número indefinido, segundo, por mis dos meses tres días y todo lo demás de licántropa, tercero, por el amor, el dolor, el arte y las ilusiones; cuarto, por el pie de limón, la felicidad hecha pastel, quinto, por los amigos y por la soledad, sexto, por estar allí, séptimo, por la ilusionista/ilusión de Tristán y por Jack, nuestros convertidores, por ser ambos unos abandonados por el amor y por el amante. Se acabó la botella.
Al whisky lo siguieron una larga cadena de mojitos.

– ¿Entonces qué hiciste con la ilusionista?
– La dejé en el mismo lugar donde todo comenzó, en una cama, en un apartamento de una ciudad de Francia.
– Eres un pequeño travieso ¿eh? Pero te considero valiente por atreverte a dejarla.
– La dejé porque en realidad nunca la tuve, y dejar algo que jamás se ha tenido es tan fácil como asesinar a un hombre común. Las personas extrañas que escapan a las normas son las que merecen mis respetos, pero cuando caigo en que son humanos, el respeto se desvanece  para dar paso a la sed de sangre. – sonrió mirando fijamente su copa vacía. Él en el fondo era un niño que quería ser cuidado. Se comportaba como si esperara que alguien lo defendiera de los peligros del mundo, lucía vulnerable, pero su sabiduría y puntos de vista me dejaban asombrada. Lejos era mayor que yo por lo menos por doscientos años.

Tras largas horas de plática sobre Jack, mis vivencias, mi conversión y el resto de mis extraños procesos evolutivos, Tristán me dijo:

– Ese lobo te dio cosas importantes, pero no eres él ni él eres tú. Camina por esa cuerda floja sola un tiempo, tal vez cuando estés por llegar al final encuentres una mano amiga que te sostenga para que no pierdas el equilibrio. No dudes en obedecer a los instintos, y si quieres llorar, llora, grita, aúlla, corre, juega, vive tu deseo y tu pasión. Haz esas locuras que nadie haría, enfrenta tus miedos, reta a la muerte.

– ¿Me lo dice el vampiro suicida? – reí, Tristán tenía razón en eso, no era justo que dejara de vivir y de soñar por alguien que así como se fue, tal vez volviera y tal vez no.
Hurgué en mis bolsillos y encontré un trozo de papel azul. Caminamos por las calles vacías contemplando la luna y hablando incoherencias. Yo jugueteaba con el papelito mientras escuchaba a Tristán cantar algo de un español de los 90’s llamado algo así como Bunbury.

“...Me calaste hondo y ahora me dueles
Si todo lo que nace perece del mismo modo
Un momento se va y no vuelve a pasar...
Y engáñame un poco al menos
Di que me quieres aún más
Que durante todo este tiempo
Lo has pasado fatal
Que ninguno de esos idiotas
Te supieron hacer reír
Y que el único que te importa
Es este pobre infeliz...”

Hice una linda grulla de papel que agitaba las alas y se la entregué a mi melancólico nuevo amigo. Su sonrisa creció, su fascinación era magnánima mientas hacía que la grulla agitara las alas una y otra vez imitando su vuelo.

– Un dulce para un niño– susurré.

Nuevamente mi olfato me indicó que había algo nuevo en el ambiente. Un  olor fuerte a cerveza me hizo pensar inmediatamente en Dennis, el amigo-novio de Tristán. Decidí que no quería problemas con un vampiro celópata así que preferí despedirme.

-Será mejor que me vaya, Tristán. Fue un placer conocerte.
-El placer ha sido mío, señorita. – reverenciándome mientras decía eso.

Sonreí, le besé la mejilla y corrí, corrí, corrí... por felicidad y por plenitud. Me trepé a un tejado y le aullé a la luna llena por poner a Tristán en el camino aquella noche. Espero que no haya tenido muchos problemas con su amigo-novio por mi culpa.
Aún hoy, deseo ver de nuevo a Tristanito, para que me presente a Dennis y a Margarita, para poder tomarnos unos buenos tequilas.


Tal vez Continue... Se agradecen los comentarios y las criticas constructivas. Gracias desde ya por visitar y leer Pasión Libertad y Sensatez. 

diciembre 05, 2010

Colmillos Salvajes, Capítulo Dos: Un Gato Sonrriente

Capitulo Dos:
Un Gato Sonriente

A Jane se le fue el alma a los pies al oírlo (si es que la tenía, claro). Él sabía que ella era una lycan, pero definitivamente él no era uno de los suyos, claro que no, eso saltaba a la vista... pero entonces ¿Qué era?
– Y ¿Cómo es que tú sabes que yo soy lycan?
Él no respondió. La miro con sus ojos dorados como pretendiendo que Jane sabía la respuesta, pero no. Ella no tenía ni la menor idea de qué clase de animal podía ser el sujeto, sólo intuía que era un depredador magnífico. Le quitó el espacio a las preguntas tontas y continuó besándolo, ya descubriría en otra ocasión con qué clase de animal salvaje se estaba involucrando.
El juego continuó en el departamento de Evan. Entraron atropelladamente, sin dejar de besarse y acariciarse, quitándose la ropa en el camino. El sitio era muy agradable; las paredes verde musgo de la sala estaban decoradas con cuadros que mostraban unas figuras extrañas que Jane no supo distinguir a simple vista; primero porque las pinturas requerían una contemplación minuciosa, y  segundo,  porque estaba concentrada en quitar de su camino aquellos vaqueros  que estaban dando problemas con la cremallera. El resto de la casa lo conocería mas adelante.
No hace falta una descripción detallada de todo lo que hicieron, basta decir que aquellos muebles jamás habían visto tal pasión en dos desconocidos.
Cuando amaneció, Jane estaba despierta, tirada en el suelo junto a Evan, cubierta por un  trozo de cortina que había logrado sobrevivir al ataque. Por su mente se asomaban las imágenes de la alocada noche, ¡Vaya que alocada!
Miró a Evan descansando a su lado. ¡Que indefenso lucía allí dormido! Sus manos eran grandes, con los huesos muy marcados. Recordó lo delicado de sus movimientos, un ataque sutil, audaz y veloz, como un felino malévolo que está de cacería: por primera vez encontraba un amante digno de seguir con vida, y, aunque ella intentara liquidarlo, se defendería muy bien.
Se levantó cuidadosamente del suelo y tomó lo que sobrevivió de su ropa. Una vez vestida escribió una nota con labial en el espejo de la sala, el que rezaba:
87539257 Tenemos una conversación pendiente felino salvaje.
Luego salió del departamento con rumbo a su casa, volvió a meterse por la ventana como si jamás hubiese salido del cuarto y, una vez adentro, se sentó en la cama en silencio.
Estaba cansada y somnolienta. Abrió la ventana para que entrara la luz del sol naciente, se recostó tal cual estaba y cayó profundamente dormida, impregnada aún por el perfume cítrico, herbáceo y salvaje del felino que había cazado y que sin duda también la cazó a ella.
Algunas horas más tarde el ruido de su celular hizo que se despertara de un salto; al mirar la pantalla vio un mensaje cautivador.
              Nos vemos en el cine abandonado que hay al norte de la ciudad. Llevaré un par de vasos. E.
–Vaya, vaya... así que el gatito tiene sed – pensó Jane – Ya le llevaré leche.
El móvil marcaba las 17:23. Había tenido un sueño placentero.

            Su atuendo era mucho más producido que en otras ocasiones de cacería: un vestido azul turquesa resaltaba su piel blanca y su cabello oscuro; los ojos verdes enmarcados por una suave sombra gris y unas largas pestañas, sólo con eso ella destacaba por entre cualquier otra. En el regazo llevaba dos botellas, una de whisky (Jack Daniels) y en la otra un café cubano que se bebía frío.
–Hola gatito – soltó ella al verlo sentado en cuclillas sobre una proyectora – ¿Ahora contestarás mi pregunta?
–Tal vez sí, tal vez no, todo depende de lo que me des a cambio– Contesto él con una sonrisa.
–¿y que quieres a cambio de una respuesta?
–Saber por qué una loba tan apasionada llora y aúlla cuando el macho le entrega el placer que busca.
            Los ojos dorados de Evan estaban fijos sobre ella, podía sentir su mirada en la nuca, pero ella solo bajo la cabeza y apretó los parpados dejando caer unas lágrimas. Abrió los ojos de golpe y, de pronto, los indefensos y seductores ojos verdes se esfumaron y dieron paso a los violentos y asesinos ónix negros.
Ni siquiera Evan pudo ver como de pronto Jane sacó las garras y los colmillos, y se abalanzó sobre él, acorralándolo entre la lente del proyector y la pared
–Mira Gato, si queremos seguir siendo amigos, más vale que no pretendas hurgar en mi pasado ¿Entendiste?
–Jane, actuando así solo me demuestras que mi teoría puede ser correcta...  dijo él con un tono muy suave y despreocupado.
– ¡Te dije que ya basta! –Gruñó ella. – Que esté aquí ahora no quiere decir que debas ser mi confidente, primero, porque no lo necesito, y segundo, porque no es asunto tuyo.
            Luego le soltó el cuello y lo empujó contra una pared. Respiró profundamente e intentó relajarse. Evan se sobaba el cuello, tenía las garras de Jane marcadas con sangre en la piel. Se acercó cuidadosamente a ella, pero no intentó sorprenderla, sino que demostrarle que lo sentía.
– Eh... No pretendía que te enfadaras, mi lobezna, sólo quería saber más de esa depredadora, pero no te preocupes, que puedes confiar en mí.
–No, gatito, no puedo confiar en uno de los animales más traicioneros que existen – dijo Jane intentando alterarle, por alguna extraña razón, Evan nunca dejaba de sonreír.
Era extraño, irreverente y sarcástico, pero ninguna de esas cosas podía combatir con la seducción que desplegaba con solo una mirada, y menos con esa fama de buen amante que acababa de construirse en la cabeza de Jane.
– ¿Y mis respuestas qué? ¿No piensas dármelas?
– Soy un vampiro. Un Vampiro Grangrel.