julio 28, 2013

Colmillos Salvajes, Capítulo Diez: Nuevo Comienzo

Capítulo Diez


Era una suerte que el clima de esos días de diciembre fuesen tan fríos, porque Evan odiaba el calor. A pesar de las razones obvias de su condición, desde que tenía uso de razón había detestado los lugares cálidos. Quizá estaba predestinado a ser un vampiro. Habían vuelto al departamento de Jane casi al amanecer y habían permanecido dormidos buena parte de la mañana.  Era un domingo hermoso y nevaba intensamente. Cuando Evan abrió los ojos, aún muy somnoliento, se percató de que Jane no estaba en la cama.  Se desperezó e intento incorporarse en la cama, pero el cansancio le cobro una mala pasada y no se resistió al sueño que se apoderó de sus parpados.

            Cuando volvió a despertarse el reloj de la mesita de noche marcaba las 15:43 hrs. El joven se revolvió el pelo con la mano y se levantó ágilmente, buscando su bóxer. Salió de la habitación llamando a la licántropa en voz alta, sin tener respuesta, pero cuando se asomó  en la puerta del cuarto, las palabras se le atoraron en la garganta. Los escasos muebles que estaban antes en la sala habían desaparecido y Jane se encontraba sobre una escalera con un overol blanco atado a sus caderas por las mangas, solo con el sujetador deportivo puesto. A sus pies había un bote de pintura negra y tenía un rodillo en la mano y pintaba el techo afanosamente. Había pintado todo el salón de entrada de negro. Las luces estaban encendidas, puesto que las cortinas también eras negras.  Cuando ella se volvió para verlo, le sonrió y bajó de la escalera para saludarlo.
Que bien, ya despertaste. – dijo ella sonriente. – ¿Dormiste bien?
     -  Muy bien - dijo él tomándola por la cintura y depositando un suave beso en los labios de ella. - ¿qué es todo esto?
      - Nuestro nuevo comienzo Evan. Antes esto era… solo un lugar de paso. Pero ahora será nuestra nueva vida… juntos.
      - ¿Por que negro?
      - No es solo negro - dijo señalando el otro bote de pintura. - Esa es blanca. Ahora eres… eres como luz. Y donde tú quieras puedes pintar la luz, como lo hiciste conmigo.

El la tomó por la cintura, la alzó en sus brazos y comenzó a girar con ella alrededor del lugar a gran velocidad, sin dejar de reír.

      - Te equivocas, lobezna. Tú eres la que me ha traído la luz. – dijo cuando por fin la dejo en el suelo. – Quiero que creemos una vida untos, quiero que tengamos un final feliz, Jane.

La joven sonrió y lo beso con pasión, mientras él correspondía a su beso en medio de suspiros y quejidos de excitación. Pronto sus ropas se hallaron desperdigadas por el suelo, mientras que los utensilios y materiales de trabajo quedaron olvidados en el suelo. Las mágicas manos de Evan recorrían  el cuerpo suave y tonificado de la loba, quien no se resistía a los encantos de su amante inmortal. Cuando llegó el orgasmo, ambos gritaron como si fuesen los dueños del universo y no les importaron los vecinos.





Estuvo a punto de llamar a la puerta cuando escuchó los gritos. Por un momento se asustó y quiso forzar la entrada, pero luego prestó atención y se dio cuenta que los gritos que oía no eran llamados de auxilio, sino gemidos de placer.  Cuando lo comprendió, Luka Zweilt volvió sobre sus pasos y se alejó del departamento de la licántropa. Se había hecho algunas ligeras ilusiones con la muchacha, a pesar de que era lo contrario de lo que había imaginado, sin embargo lo anonadaba su forma algo petulante y atronadora de enfrentarse al mundo. Pero perdió todas las esperanzas de algo con ella cuando, el día anterior el niñato ese “Evan” le abrió la puerta. En realidad no podía reprochárselo. Se había dado cuanta de que estaba enamorada de él la primera vez que menciono su nombre.

Estaban desayunando un día como cualquier otro, en la cafetería de la facultad. Hacía unas dos semanas que se habían conocido y él trataba de permanecer cerca de ella, no mucho como para parecer sospechoso, ni tan poco como para perderla de vista. Ella se tomaba un cortado con un poco de cereal, leía un periódico local con desinterés. La verdad, estaba más interesado en intentar platicar con ella que en leer el absurdo periódico donde no estaba lo que el quería saber.

-         -  Venga Jane, cuéntame ya algo. – dijo mirándola tranquilamente - lo que sea
-          - ¿Y a ti por que te interesa tanto hablar conmigo?
-        -   Pues, que si debo protegeros, quiero intentar ser tu amigo, que pasaremos bastante tiempo el uno con el otro. Solo para que sea más ameno.
-         - Bien, pero a mi no me interesa, porque yo no gano nada
-         - Ah con que ese es el problema. Pues pongámosle solución. Tú me cuentas algo y yo te cuento lo que tú quieras saber.

La muchacha levantó la cabeza y se encontró con los heterocromáticos ojos del joven andaluz. Ella sabía qué, cuando habían hablado en su casa tiempo atrás, él no le había dicho toda la verdad. Es más, le dijo que era una larga historia, sin embargo no demoró ni diez minutos en acabar de contársela. Esa era su oportunidad de averiguar lo que estaba pasando.

-     -     Está bien, trato hecho – dijo tendiéndole la mano. El joven profesor sonrió y tendió su mano también y se la estrechó con fuerza.
-    -      Vale, pues cuéntame ¿tienes novio?
-   -       No.
-   -       Pues… ya se que vives sola… pero ¿ni siquiera tienes una pequeña aventura?
-   -       No
-  -    Si quieres que te cuente algo deberás contestar algo más que “No”- dijo él sin cambiar su semblante desenfadado y relajado.
-   -       Está bien… -  bueno no, no tengo novio porque… digamos que los “chicos” que hay aquí no me van. Y tenía una aventura en la cuidad de donde vengo, pero se acabo porque me mudé aquí.
-    -     ¿Como se llamaba?
-    -      Evan. Evan Turner
-    -      Ya. Si los tipos de aquí no te van, ¿qué tenía Evan que le hacía tan especial?
-   -       Él… - dijo ella y guardo silencio un momento. – Tenía unos ojos hermosos y era un dios en la cama - dijo sin más. Luego le contó que se conocieron una noche que ella caminaba sobre un tejado, que bajó a un callejón y se lo encontró, hubo química entre ellos, que habían intimado ahí mismo apoyados a una pared y que luego él le había dicho que era un vampiro. Cuando ella hablaba sobre Evan, los ojos verdes le brillaban, delatando los sentimientos que estaban guardados en su interior y que ella trataba de ocultar.

-    -      ¿Enamorada yo? ¿De Evan? No, que va… se nota que no me conoces Luka – respondió soltando una sonrisa radiante cuando él le preguntó si estaba enamorada de él.

« Venga ya, tanto que lo negaba y ahora… está viviendo con él y en este preciso instante están follando » Pensó. Pero se sentía feliz de saber que ahora ella no estaría sola y que para bien o para mal, amaba al vampiro que lo había dejado todo para ir tras ella. « No cualquiera lo deja todo por amor »

Había salido a la calle; el cielo amenazaba con una lluvia torrencial y Luka apuró el paso para dirigirse a su casa. Cuando su teléfono móvil comenzó a sonar.

-    -     ¿Si? – contestó. No conocía el número de quien llamaba.
-  -      Detectamos movimiento, señor. Wolfe se mueve en dirección contraria, quizá la chica… - le habló apresuradamente una voz conocida.
-   -      Ohh, Angrod. – dijo seriamente
-   -     Sí señor, lo siento, no me he identificado. Como le decía quizás la chica ya no corra peligro. – continuó su primer oficial.
-   -      ¿Hacia donde dices que se mueve?
- -  Al sudeste señor. Los últimos informes divisaron tropas en los límites de Múnich, en Alemania – respondió
- -  Bien. Intenta infiltrar a alguien en su ejército y continúa avanzando lo que más puedas. Tengo el presentimiento de que dará un golpe pronto. Lleva demasiado tiempo tranquilo -  dijo Luka
-   -      Sí señor.
-   -       Mantenme informado de todo Angrod, sabes que confío en ti.
- -     Señor, perdone la intromisión, pero creo que debería venir usted mismo a ver ciertas cosas. Su hermana no se encuentra bien. Y hubo un ataque a la defensa este del bosque de Ossquendi. – comentó el hombre por el auricular.
-   -       Trataré Angrod, pero ella me necesita. – dijo Luka con un mohín de desagrado.
-  -        Con todo respeto señor, pero si Wolfe va en otra dirección quizá pueda ausentarse un par de días – Insistió Angrod-
-  -        Haré lo que pueda. ¿Qué pasa con mi hermana?
-  -        Lo de siempre señor.
-  -        Bien. Trataré de ir, pero no digas nada a nadie.

Colgó el teléfono  y siguió caminando bajo el cielo nublado, mientras sobre su cabello castaño rojizo caían leves gotas de lluvia.

Al llegar a la esquina se detuvo y miró hacía arriba, en dirección al departamento de Jane. Las cortinas negras estaban cerradas y daba la apariencia de que estuviese vacío. « Ayer esas cortinas eran grises» Pensó. «Creo que todo cambiará ahora…»  Ella estaba allí, a salvo, con el hombre que amaba. Con un vampiro, neófito, por lo demás. Aunque quizá eso provocara la ira de los suyos, por el momento, él no tenía que preocuparse. Quizá debiera ir a ver a Nawim, después de todo, cuando lo veía ella siempre se sentía mejor y dejaba de hacer tantas tonterías.

Continuó caminando por la cuidad sumido en sus pensamientos y sus recuerdos, consciente de que de ahora en adelante Jane y Evan serían casi inseparables, por lo tanto, el debería ser el mejor “guardaespaldas” como decían los humanos, quizá un amigo, pero nada más. No debía involucrarse más.

«Demasiado tarde para eso» le dijo una voz en su interior.